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Caminando sobre sal; el salar de Uyuni

 

Perdón por el retraso, me he liado entre unas cosas y otras y bueno, como siempre, voy tarde, pero aquí está la entrada de uno de los sitios que más me ha emocionado del viaje. Espero que la disfrutéis.

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Todavía no me puedo creer que este sitio sea real. El mayor desierto de sal del mundo no deja a nadie indiferente y es que ha sido lo que más me ha impresionado hasta la fecha. y con diferencia el mejor tour. Yo no soy muy de tours guiados, y normalmente, si puedo hacer la actividad por libre, mejor porque va a ser más barato y tienes más libertad. Sin embargo, hay sitios a los que solo se puede acceder de cierta forma, es decir, con un tipo de coche específico porque si no, no lo vas a explotar debidamente; uno de estos sitios es el salar de Uyuni.

Hay mil maneras de verlo y otras mil empresas para contratar tours. No hace falta hacerlo con antelación, se puede contratar directamente desde Uyuni (o desde el desierto de Atacama, en Chile) e incluso el mismo día que queréis salir para el salar, pero si no queréis perder tiempo buscando compañías y que os cuenten la misma historia cuarenta veces y/o vais con el tiempo justo, investigad un poco antes.

Yo tomé un autobús nocturno de La Paz. Llegué a Uyuni a las 6 de la mañana y en seguida me despejé del calorcito del autobús. Nada más poner un pie en tierra, un montón de personas se apelotonaron ofreciendo tours al salar, hostales y cafeterías. Aun medio dormida y atolondrada, conseguí escaquearme, pero decidí buscar una cafetería con wifi y explorar mis opciones. Mi idea inicial era pasar esa noche en Uyuni y buscar una agencia para empezar el salar al día siguiente, pero resulta que no salen hasta las 10:30 de la mañana, por lo que decidí ir directamente.  Tras un rápido vistazo en Trip Advisor, y ver cuáles eran las agencias mejor valoradas y que mejor relación calidad-precio tenían, me quedé con tres; Salty Tours, Andean Expeditions y Quechua Connection 4WD.  Salí a preguntar; la primera estaba cerrada y no tenía pinta que fuese a abrir en ningún momento, la segunda me dijo que ya había un grupo de 6, y que entonces me pondrían en otra compañía amiga. Eso no me emocionó mucho, ya me conozco la historia de que por viajar sola te acaban poniendo en otro lado y luego si algo pasa nadie responde. En Quechua Connection me garantizaron que iría con ellos, con sus coches y su guía. Era algo más cara que las otras (180$), pero no quería una mala experiencia. Contraté el tour de tres días y dos noches. Incluía agua en las comidas y sacos de dormir, muy importante porque hace mucho frío en ciertas zonas. Además, me dejaban dejar mi mochila grande con ellos, lo cual fue un plus. Con cualquier compañía, el tercer día si os conviene, os deja en la frontera con Chile

Eran alrededor de las 9 cuando pagué. Todavía tenía una hora y media. Decidí buscar un sitio donde ducharme. Fui a un restaurante que también alquilaba duchas (sí, esto es común en Bolivia), y pagué 15 bolivianos (2€) por 20 minutos de agua caliente. Luego fui a buscar un hostal para cuando volviese, y a comprar el pasaje de autobús a Potosí. Salía a las 6 de la tarde y no quería ir con las prisas ni llegar por la noche, por eso preferí quedarme una noche en Uyuni. Pero vamos, si no es por conveniencia, no merece la pena hacer noche ahí. Es un pequeño y frío pueblo en mitad del desierto, que turísticamente no tiene mucho que ofrecer, pero hay suficientes hostales y restaurantes.

A las 11, conocimos al guía, que nos contó el itinerario de nuevo, y luego nos repartieron en los coches. Éramos 23 personas repartidas en 4 jeeps.  En mi coche éramos Louise de Reino Unido, Simon de Francia, Mia, Diandra y Diego de Canadá, y Omar, nuestro conductor. Era el más jóven, pero el más «salao» de los cuatro conductores. En seguida empezamos a llamarle don Omar como el artista de reguetón. Nos dejó poner nuestra música en el coche y siempre tenía alguna historia divertida que contarnos. Además de los conductores, vienen un guía y un ayudante de éste, que también hacen las veces de fotógrafos.

Día 1: el salar

La primera parada del tour fue el cementerio de trenes. Es curioso como vehículos abandonados se convierten en un atractivo turístico, pero la verdad es que es muy chulo. Es una red ferroviaria que se construyó para trasladar la plata desde Potosí a las otras ciudades de Bolivia. Están todos oxidados y puedes subirte y trepar por ellos.

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El cementerio de trenes

Continuamos el recorrido parando en una comunidad para comprar souvenirs (yo tuve que comprar una cinta de lana, porque perdí mi gorro poco antes de salir… lo encontré una semana más tarde en un bolsillo de la mochila, pero bueno), donde también nos enseñaran el proceso de refinamiento de la sal y un pequeño museo con esculturas hechas en sal.

Seguimos un poco más y de repente estábamos en el salar. Sin darnos cuenta, íbamos conduciendo por kilómetros y kilómetros de un suelo blanco e internandonos en el intenso turquesa del cielo. Paramos en un punto donde los guías nos sacaron unas bicis para recorrer los 3kms que nos separaban del almuerzo a pedales. No se si otras compañías hacen eso o no, pero fue una auténtica pasada.

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Almorzamos protegidos del viento por los jeeps y luego tuvimos tiempo de explorar el hotel de sal. Efectivamente, el primer hotel hecho enteramente de sal (creo que ahora hay otros, pero ese se lleva el título de pionero). Ojalá hubiésemos podido ver las habitaciones… Con algunas compañías, se pasa una noche ahí, con esta no, para que lo tengáis en cuenta.  También a unos pocos metros está el monumento al dakar, flanqueado por banderas de distintas partes del mundo. Mia y Diandra encontraron la de Canadá, buscamos la de España en vano, pero encontramos la estelada y la de Asturias, lo cual me hizo infinita ilusión (mi familia veranea en Asturias desde hace más de 60 años) ¡puxe Asturies!

Luego llegó el momento que todos esperábamos; las fotos con perspectiva. Los guías y conductores venían totalmente preparados para este momento y tenían juguetes, botellas de vino y cerveza, latas de Pringles y más atrezzo. Lo primero que hicimos fue grabar un vídeo, la idea era la siguiente: la lata de Pringles era una discoteca, el otro guía era el puerta y entonces nosotros entrábamos fingiendo pagarle. Al cabo de unos segundos más tarde, salíamos todos borrachos y bailando. Nos costó un poco entender el concepto y organizarnos, pero quedamos muy contentos con el resultado final ¡Una pena que no os lo pueda enseñar!

Luego, sacamos fotos en grupo, haciendo todo tipo de cosas, y por último fotos individuales o por parejas. Fue súper divertido, los guías sabían perfectamente lo que hacían y tenían muy buenas ideas. El tiempo pasó volando, y aunque todos conseguimos las fotos ¡parecía que no fue suficiente! Un truco: estas fotos salen mejor con el móvil. Con la cámara no se consigue bien esa perspectiva.

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Siguiente parada: la Isla Incahuasi, popularmente conocida como isla de los pescadores y actualmente como Isla de los Cactus. Este último nombre es bastante obvio; la isla está llena de cactus gigantescos y muy gordos, esta variedad de cactus al parecer solo crece un cm al año por lo que llevan ahí cienes y cienes de años.  La entrada a la isla se paga aparte y son 30 bolivianos (cerca de 4€).

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Explorando la Isla Incahuasi

Dejamos la isla, y fuimos a otra; Pia Pia. Tiene una cueva enorme que hace miles de años era una burbuja de aire que se había formado de la lava de algún volcán de alrededor. Vimos el atardecer desde ahí y luego bajamos al salar de nuevo para sacar más fotos con la preciosa luz del atardecer que había teñido el cielo y la sal de rosa y morado.

Una hora y media más tarde, llegamos a nuestro primer alojamiento. Cenamos sopa y pasta con barra libre de agua caliente para tés, mates, café o chocolate y luego nos recogimos en nuestras respectivas habitaciones. Yo dormí con los chicos canadienses al calor de un pequeño radiador que decidimos alquilar por 20 bs. En este sitio había enchufes y ducha. En la agencia dijeron que el agua era templada, por lo que optamos por no probarla. Hacía demasiado frío como para pensar en quitarse la ropa. Corriendo nos metimos en los sacos y rápido planchábamos oreja.

Día 2: lagunas de colores

Nos levantamos muy temprano, a las 6:30 tomamos el desayuno y continuamos con el recorrido. Condujimos un buen rato en el coche hasta llegar a unas vías de tren, donde nos hicimos unas fotos con perspectiva, reflejándonos en el acero de ésta.

Poco después, aparcábamos en un “museo de rocas”, o algo así. Tenían formas curiosas y eran de un color rojizo muy vibrante. Nos dejaron explorar a nuestro antojo para luego ir a comer cerca de una laguna preciosa. Formaron una especie de “muro” con los jeeps para protegernos del viento y tomamos nuestro rico almuerzo. En este punto, los flamencos nos dedicaron un show privado, sin embargo, eso no fue nada comparado con la conocida como Laguna Hedionda debido al olor que desprende por el azufre. Eso fue una auténtica pasada. Nos contaron que ahora es invierno y estos son los rezagados que no se han ido, pero en los meses más cálidos hay miles y miles, tanto que apenas se ve el agua.

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Laguna Hedionda

Continuamos el viaje, y no podíamos dejar de alucinar. Cada kilómetro era aun más impresionante que el anterior, y se notaba la fuerza del viento sacudiendo a los jeeps. Nos acercábamos a los 5000m de altura, había nieve a los lados y nos sentíamos insignifcantes. Llegamos a la famosa Laguna Colorada, y sí, se llama así porque realmente es colorada debido a un tipo de alga que habita dentro. Allí tuvimos que pagar 150 bolivianos para entrar al Parque Nacional Eduardo Avaroa, y esto no es como la Incahuasi que es opcional, si no pagas, ahí te quedas. Seguimos hacia unas fumarolas que son tan impresionantes como las de Islandia, pero hacía tanto viento y frío que apenas aguantamos 5 minutos fuera.

Y ya por fin, muertos de frío, fuimos a nuestro nuevo alojamiento. Cenamos (¡con vino!), salimos a ver las estrellas y el guía nos dio una explicación rápida de dónde estaba la Cruz del Sur, y distintas constelaciones, incluida la llama. Aguantamos poco, a pesar que la charla fuese muy interesante, pero poco sabíamos que poco después íbamos a tener una clase casi privada de astronomía.

-Que levante la mano los que quieren venir a las aguas termales

Seis personas levantamos la mano. Todos los de nuestro coche. Un par de manos tímidas se alzaron. Al final éramos unos 10.

-En 20 minutos salimos. Podéis quedaros una hora, os recogemos en coche, si queréis estar más, os las apañáis para volver.

¿Quién va a querer volverse andando con este frío? Pensamos todos. Salimos a los 20 minutos y recorrimos los 300m que nos separaban en los jeeps. Al salir del coche, muchos dijeron que no, que hacía demasiado frío y que no se querían meter en el agua. Así que nos quedamos nosotros, con Lucho, el guía y un par de conductores más. Don Omar no quiso (o pudo) meterse, para nuestra decepción… Nos quitamos la ropa y dando gritos del frío fuimos saltando hasta el agua. Poco a poco nos metimos, ya que aunque nos estábamos congelando fuera, dentro estaba muy caliente. Uff… Qué sensación…

Descorchamos el vino de pata de elefante que compramos esa mañana y en breves nos lo terminamos. Entre risas, Lucho sacó una botella de Coca-Cola que ya había mezclado con ron. El cielo era increíble, las estrellas brillaban con fuerza por la ausencia de la luna. Lucho no paraba de prometer que iba a salir en cualquier momento, pero no pasaba nunca. Hasta que pasó. En el horizonte, vimos una luz  dorada que asomaba. La luz se convirtió en una luna creciente enorme, que tímidamente fue asomándose hasta quedar totalmente expuesta. Alucinamos. Se hizo el silencio un momento. Nadie se atrevía a hablar… Ninguno habíamos visto a la luna salir. Normalmente, de repente miras y ya está ahí cuando aún hay luz generalmente. Y el sol, si madrugas lo suficiente, lo puedes ver tranquilamente, pero ¿la luna? Fue realmente mágico.

Pasó una hora, y otra, y otra. Los guías ya se habían ido, y el último coche que nos llevaría al refugió también. Decidimos quedarnos. El pelo detrás de la cabeza que se había mojado estaba completamente congelado, y no podíamos apenas sacar las manos, aunque a veces nos retábamos a ver cuánto aguantábamos fuera, pero empezamos a hablar y no pudimos parar. Hablamos de todo y de nada, de qué queríamos hacer con nuestras vidas, de amores, de sexo, y el universo. Arropados bajo las estrellas, y el agua caliente, animados por el alcohol y aun alucinando por el haber visto la luna, derrumbamos los muros que había entre nosotros y no nos callamos hasta que a la una y media de la mañana optamos por salir y volver al refugio. Para mi sorpresa, y para arruinar un poco el momento, me habían robado las chanclas y la toalla. Quiero pensar que fue un fallo honesto y que alguien se las llevó pensando que eran suyas ya que no había luz… Pero si no lo fue… Espero que esa persona tenga una diarrea de varios días. Mia me dejó su toalla y pude secarme, pero tuve que caminar en calcetines, húmeda y sin apenas ropa.

Por suerte, los sacos de dormir que nos habían dejado eran muy buenos; gustositos por dentro e impermeables por fuera y no pasé apenas frío por la noche, y por suerte ese día nos dejaron dormir un poco más que el día anterior.

Día 3: la despedida

Nos despertó un buen desayuno de tortitas y dulce de leche. La verdad es que este ha sido el primer tour que hago en el que la comida me satisface, no solo en cantidad, si no en la variedad para vegetarianos. Por la mañana fuimos a lo que llaman Museo de Dalí, no porque el artista haya estado nunca por esos lares, si no por la forma de las montañas, dicen que recuerda a sus obras. Y bueno… Si lo piensas muy intensamente supongo que sí. Tristemente, de este día apenas tengo fotos porque en el último refugio no había electricidad (funcionaba con un generador) y no pude cargar la cámara.

Poco después, llegó el momento en el que nos separábamos. Los que se iban a Chile iban por un lado y los que volvíamos a Uyuni por otro, sin embargo, no eran un número par, por lo que nuestro coche fue hasta la frontera aunque solo iban a Chile Mia, Diandra y Diego. Pudimos pasar más tiempo juntos en el coche, bailando los temazos de los 90. Nos despedimos con abrazos y deseos de buena suerte y muchos ánimos. Louise, Simon y yo volvimos al coche para ir a almorzar. Ese día se levantó un viento fortísimo, como no lo habían tenido en 40 años nos dijeron. Apenas se podía caminar y toda la arena volaba, impidiendo abrir los ojos o la boca…

Después de comer nos llevaron a una especie de laguna preciosa, pero la verdad es que estábamos todos helados y ya con ganas de tomarnos una ducha caliente. Llegamos a Uyuni sobre las 6 de la tarde. Me despedí de Simon, y con Luise quedamos en encontrarnos en un restaurante que nos habían recomendado para la hora de la cena, ya que su tren a Argentina no salía hasta las 10 de la noche.

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El restaurante se llama Minute Man, y es totalmente recomendable. Es más que nada una pizzería, también tienen algún plato de pasta y desayunos hasta las 10 de la mañana (al día siguiente fui más tarde y ya no servían…). Es algo más caro que la media boliviana, pero si queréis daros un capricho, es muy buena opción Está dentro del hotel Torito.

Acompañé a Louise a la estación, nos despedimos y nos deseamos lo mejor en nuestros viajes. Jopé, esto de despedirme de tanta gente se está haciendo algo cansado… Es increíble la de gente que hay por el mundo con la que encajas bien. Con los cinco tuve una conexión muy bonita, y durante el viaje he conocido a muchísima gente que se que si viviésemos cerca, seríamos muy buenos amigos… Pero bueno, me llevo la alegría de conocerlos, y una excusa para viajar más 😉

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No podéis perderos esta maravilla, tanto si estáis en Bolivia como si estáis en Chile. Investigad bien las empresas, porque aunque en general, todas hacen lo mismo y van a los mismos sitios, el trato al cliente, la seguridad del coche, la comida, etc., puede variar. Yo confié en las opiniones de Trip Advisor, y salí super satisfecha.

Disfrutad mucho y protegeos del frío,

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¡hasta la próxima!

 

Explorando La Paz

Ahhh La Paz, una ciudad súper interesante. La capital más alta del mundo a unos 3625msnm, aunque Potosí está a más altitud. La primera impresión es una mezcla entre incredulidad (si vienes de el aeropuerto o si el autobús pasa por El Alto), para poco más tarde pensar que es caótica y disfuncial. Nada más lejos de la realidad, una vez que te adentras en sus calles, te das cuenta de que es muy cosmopolita, con un poco de cada parte del mundo, y no se puede negar su belleza cuando subas al teleférico.

Parece que no hay mucho que hacer, y en general, la gente no le suele dedicar demasiado, sin embargo, si buscas bien, te va a faltar el tiempo. Yo llegué por la tarde noche, por lo que ese día me dediqué a llegar al hostal, cenar y dormir. Pero al día siguiente decidí hacer el Free Walking Tour. El Tour empieza en la Plaza de San Pedro, cuyo nombre oficial es Plaza de Sucre, pero nadie la conoce así. En esta plaza, se encuentra la famosa cárcel de San Pedro, una prisión muy particular. No quiero espoilear mucho, por eso os recomiendo el libro Marching Powder de Rusty Young. No está en español porque al parecer Brad Pitt ha comprado los derechos para hacer una peli, y no lo queire en español… pero bueno, si entendéis inglés es muy interesante para ver como funciona la prisión. Es la historia real de un inglés al que pillaron pasando cocaína en Bolivia y le metieron en esa prisión.

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Una calle de La Paz

Recorrimos el mercado Rodríguez y el de las brujas. El primero es un mercado de la calle, donde se compra de todo. En La Paz apenas hay supermercados porque todo se encuentra en la calle. El segundo, es el antiguo mercado de las brujas aymara, ahora más turistificado, pero aun así interesante. Venden fetos de llamas y alpacas (tienen que haber muerto de forma natural), y todo tipo de pociones.

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Comienzo del mercado de las brujas

Fuimos a la plaza de San Francisco, donde está la iglesia del mismo nombre. Es muy curioso porque en la fachada de esta hay relieves de Pachamama y otros dioses aymara, en un intento de los españoles de convencer a los nativos de que fueran a misa. Dentro también hay espejos que los españoles colocaron, contando a la gente que así podían ver su alma…

En esta plaza está el mercado Lanza. El mejor para tomarse un jugo y un almuerzo a un precio muy razonable.

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Fachada de la iglesia de San Francisco

Terminamos el tour en la Plaza Murillo, la plaza donde se encuentra el Palacio Judicial y el Presidencial. En el centro de la plaza, hay un un busto de Gualberto Villaroel, un presidente que tras un malentendido fue brutalmente asesinado en el ahora conocido como Palacio Quemado, y colgado de una farola de la plaza. Poco más tarde, los ciudadanos se dieron cuenta de que mataron al buen presidente, y erigieron un busto conmemorandolo. Hay que tener cuidado con los paceños…

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Fachada del Palacio Quemado

Por la tarde, fui, junto con los tres chicos vascos que conocí en el tour, al mirador Laikakota del Parque Metropolitano para ver el atardecer, pero cuando llegamos estaba cerrado… aun así la luz a esa hora era preciosa, y pudimos sacar algunas fotos muy bonitas desde el puente que conecta la ciudad con el parque.

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Vistas de La Paz desde el Parque Metropolitano

Subir al teléferico es obligatorio. Cerca del barrio de Sopocachi (el barrio donde mestaba alojando yo) está la línea amarilla, que te lleva al barrio de San Miguel, que al parecer es muy bonito, pero cuando fui estaba en mantenimiento. Cogí la línea roja hacia El Alto. Fue una pasada. Además, recorrer esa zona es toda una aventura. Es la segunda ciudad más poblada de Bolivia. Efectivamente, aunque pertenece al área metropolitana de La Paz, es una ciudad independiente.

 

Fuera de la ciudad hay montones de excursiones. Está el Chalcataya, que antiguamente era la pista de esquí más alta, y es un buen aclimatamiento para subir al Huayna Potosí. No se si puede ir por libre, pero hay tours que combinan esta montaña con el Valle de la Luna. A este último sí se puede ir por libre, solo hay que coger unos autobuses amarillos en la calle principal (Prado) que vayan a Mallasa. El sitio lo ves en menos de una hora y cuesta 15 bolivianos (apenas 3€). Es muy interesante, las formaciones rocosas son muy chulas, pero es curioso porque está como en mitad de un barrio bastante elegante de La Paz, entonces ves las casas desde el valle.

 

También está el Valle de las Ánimas en esa dirección. Mucho más impresionante y grande que el anterior. Desde la ciudad, hay que coger unos autobuses amarillos que salen desde el Mercado Camacho, y una vez en Chasquipampa (la última parada), coger unas furgonetas que ponen UNI. Es muy impresionante, pero tened cuidado cuando vayáis, y mejor ir con gente. Yo me perdí y bueno, tuve un problemilla con unos perros locales…

 

Y actividad obligatoria; la carretera de la muerte. Sí, es algo caro, pero merece la pena un millón de veces. Yo lo hice con Barracuda, y me costó unos $90. Hay otras empresas más baratas como Madness o Ride On, o más caras (Gravity). Todo depende de vuestro presupuesto, pero aseguraos de que os dan ropa adecuada, que las bicis están en buen estado y la suspensión funciona bien. El casco con Barracuda es normal, con otras empresas es de toda la cara tipo de moto, pero entonces no puedes oír cuando otros ciclistas adelantan o a los coches. Con Barracuda nos dieron agua ilimitada, snacks, nos hacían fotos durante todo el camino, y al final nos llevaron a una piscina donde también pudimos ducharnos y disfrutar de una comida tipo buffet, y por supuesto una camiseta de haber sobrevivido la carretera. No da tanto miedo como anticipa su nombre, aunque sí que hay alguna parte algo más peliaguda, y hay que ir con cuidado, pero no tiene por qué pasar nada.

Y para terminar, si sois unos buenos frikis de Harry Potter como yo, que no falte la visita al Avada Kadavra Café Tenebroso. Efectivamente, señores. En pleno barrio Sopocachi, se encuentra esté restaurante/cafetería con temática de Harry Potter. Yo pedí un brownie y un jugo de calabaza y fue regular, pero la decoración se la han currado. Está siempre lleno, así que igual hay que esperar, pero es divertido. Puedes incluso hacerte fotos con unas túnicas que tienen. El baño fue lo mejor.

 

 

Espero que os sirva si venís a esta ciudad tan curiosa,

¡Hasta la próxima!

 

 

Entrando en Bolivia; el lago Titicaca

¡Ya estoy en Bolivia! Qué diferencia con todo lo que había visto hasta ahora… Pero bueno, al grano; llegar al lago Titicaca (que, por cierto, tiene la misma dimensión que la Comunidad de Madrid ¡qué locura!) fue relativamente impresionante en Perú, por la cosa esta que dicen que es el «lago navegable más alto del mundo», sin embargo, llegas a Puno y dices «ah… pues ok». Sin embargo, en Copacabana, Bolivia, el lago es otra historia.

Si tenéis tiempo, cruzad la frontera, se tarda apenas unas 3 horas, y aunque les duela a los peruanos, el Titicaca boliviano es más impresionante. Compré mi pasaje de autobús para Copacabana desde Puno para las 6 de la mañana del día siguiente. Preguntad precios en el terminal antes de comprar; aprended de mis errores. Me vinieron a buscar al terminal muy rápido y no pude preguntar, luego paseando por la calle en Puno vi una agencia y la señora me prometió recogerme en el hostal y que por eso era algo más caro. Me pareció razonable. Bueno, pues no. Pero eso es una historia que me enerva, así que me la voy a saltar. Continuemos.

Es mejor de todas formas salir temprano de Puno porque al parecer la frontera se llena y puede ser algo tedioso. En el autobús te dan una hojita para rellenar que luego tienes que dar en migración. Antes de llegar a la frontera, a unas dos horas de Puno, paramos en una casa de cambio. Yo decidí cambiar solo unos 150 soles a bolivianos, porque no me fiaba, y cambiar el resto en Copacabana o en La Paz, en un sitio donde tuviese escrito el tipo de cambio (ahora mismo está a unos 8.1 bolivianos por euro). En cinco minutos llegamos al final (o principio) de Perú. Hay que ir a la oficina, entregar la tarjeta que te dan al entrar al país, te sellan el pasaporte y luego caminas 200 metros hasta Bolivia y repites el procedimiento. Entregas el papel, te dan una parte que hay que guardar hasta el final, sin preguntas te sellan el pasaporte y voi-là! Ya estás legalmente en Bolivia.

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Atardecer en la playa de Copacabana, guardada por los dioses del Sol y la Luna

Volvimos al autobús y en 10 minutos llegamos a Copacabana. Es un pueblito pequeño, con un curioso balance entre el turismo y la cultura local, según más cerca estés del lago. Hay infinidad de hospedajes que varían en calidad y precio, así que no hace falta reservar nada. Después de pasear un rato y preguntar en tres sitios, me decanté por el Hostal Academia. No fue la mejor opción, pero tuve habitación privada (con cama doble) por 40 bolivianos (menos de 5€), agua caliente (que es mucho pedir) y wifi (que también).

El resto del día lo pasé deambulando por el pueblo. Hay una catedral y un mirador, a los que iba a ir y al final no fui (cosas de la vida), pero aun así me pude entretener. Hay una playita muy mona, donde se puede almorzar muy barato si no se quiere ir a los restaurantes turísticos. También decidí qué hacer al día siguiente. No sabía si coger un tour a la Isla del Sol y de la Luna y volver por la tarde a Copacabana, o si pasar la noche, ya que la parte norte de la isla estaba cerrada desde hacía cinco meses. Al final decidí pasar la noche en la Isla del Sol y decidir el ir a la Isla de la Luna al día siguiente desde la del Sol. El pasaje en barco son 20 bolivianos, pero si sois más de uno lo podéis comprar por menos. Tarda al rededor de una hora y media en llegar a Yumaní (la comunidad del sur de la isla).

En aymara, la isla es la que dio nombre al lago; Titi’kaka significa puma de piedra.  Se dice que el primer inca, Manco Cápac, es el hijo de las deidades del sol y la luna (las dos islas del lago).

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Yo siendo una topa

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Vistas desde uno de los miradores

Decidí ir en el barco de las 13:30, pero me arrepentí en cuanto llegué. Aunque paséis la noche, creo que compensa ir en el de las 8:30 de la mañana, a pesar del madrugón. Es una isla preciosa y se pueden hacer montones de caminatas, incluso solo en la parte sur. Es mejor que dejéis las mochilas grandes en Copacabana, ya que nada más llegar al puerto hay que subir unas escaleras bastante empinadas. A medio camino está la Fuente del Inca, donde se puede rellenar las botellas. En el pueblo hay montones de hospedajes, yo después de caminar un rato me decanté por el Hostal Puerta del Sol, tiene unas vistas impresionantes, estaba muy limpio y era muy acogedor.  Una vez dejé mis cosas, me fui a explorar un poco. Desde mi hostal se veía otra playa y otro puerto, pero no me apetecía subir una vez abajo, así que me fui hacia uno de los miradores, atravesando un pequeño bosque de eucaliptos. Alucinar es poco. Era como estar en el Cap Formentor en Mallorca (con algo más de frio). El agua del lago es de un azul tan intenso como el Mediterráneo, y es tan grande que no ves el final.

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Después de pasar un rato haciendo el canelo, aprovechando que estaba sola en el mirador, fui caminando hacia el otro, siguiendo la parte alta de la isla para ver el atardecer. El cual, me impresionó aun más de lo que ya estaba. Allí me encontré con Andrea y Justine, dos chicas francesas que conocí en Aguas Calientes. Estuvimos ahí hablando y esperando al atardecer hasta que se hizo de noche.

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Atardecer en la Isla del Sol

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El otro lado

Como luego ya era de noche y no estaba segura si sabría volver a mi hostal, preferí volverme a tiempo y cenar ahí la comida que me había traído y leer en la cama hasta que llegase el sueño.

No se por qué tenía la sensación de que mi hostal estaba muy lejos del puerto de Yumaní, supongo que fue porque tardé en encontrarlo y caminé bastante por la isla con la mochila. Pero madrugué pensando que tardaría bastante en llegar, pero no tarde ni veinte minutos. Tenía una hora y media que matar, así que desayuné en el hotel del puerto y robé un poco de wifi.

Poco después de llegar a Copacabana, cogí un autobús en la plaza con dirección a La Paz. El viaje son unas 4 horas, más o menos, sobretodo porque hay un momento del viaje, en el que todo el mundo se tiene que bajar, y comprar un pasaje de barco por 2 bolivianos. Mientras nosotros cruzamos el lago en un barquito a motor, al bus lo suben a una plataforma para que cruce también. Me pareció super gracioso ver un autobus enorme en esas tablas de madera surcando el lago ja,ja,ja, Luego hay que esperarlo durante un rato.

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Los autobuses cruzando el lago en las plataformas de madera

Por fin, cerca de las 6, llegamos a La Paz. Fui directa al hostal, y no salí hasta el día siguiente. Pero eso, para otra entrada. Espero que os guste u os sirva, y que os animéis a cruzar a este lado del lago si estáis por la zona.

 

¡Hasta la próxima!

 

Vegetariana recorriendo Sudamérica ¿se puede?

Cinco meses y medio después de viaje y de haber pasado por Ecuador, Colombia y ahora (estando en) Perú puedo hablar del tema del vegetaranismo con seguridad. Parece que en Sudamérica y Latinoamérica en general se come muchísima carne, o por lo menos es lo que ocurre en estos tres países (aunque la gente que he conocido de Argentina también me han confirmado este hecho). Además, la comen para desayunar, comer y cenar, prácticamente todos los días de la semana, por lo que a simple vista, puede parecer algo complicado el viajar siendo vegetariana o vegana, pero nada es imposible. Solo se necesita convicción, ganas y saber dónde buscar.

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Frijoles, arroz blanco, ensalada y una sencilla y feliz hamburguesa de quinua con zanahora (Baños, Ecuador)

Dejé la carne y la leche de vaca hace unos tres años, el pescado hace uno y estuve unos meses intentando evitar cualquier producto que viniese de animales, otros derivados lácteos y demás. En casa, obviamente, todo es más fácil y no resulta complicado el saber qué nutrientes comes y como suplir lo que no dan los productos animales. Sin embargo, viajando he tenido que claudicar en algunos aspectos. Sudamérica es desde luego un desafío, pero se puede hacer sin morir en el intento. Voy a contaros mi experiencia, pero espero no ofender a nadie, ni de un lado ni del otro. Es un tema muy personal y ni yo juzgo a nadie, y espero que nadie me juzgue.

Pero vamos al lío; aquí (Ecuador, Colombia y Perú), al menú del día lo llaman almuerzo. Cuesta entre 1 y 4€ aprox. Suele consistir en una sopa de primero, y de segundo; arroz, frijoles, algo de ensalada, a veces yuca o patacones (plátano frito más o menos) y carne. Hasta ahora, normalmente, pregunto de qué es la sopa, hay veces que hay suerte y es de vegetales o tubérculos y otras que es de carne. Si no se ha cocinado con carne, pregunto si en el segundo plato pueden servirme el plato normal, pero sin la proteína. Casi no he tenido ningún problema para que no me pongan la carne, y en su lugar, sirven más patacones, aguacate o algo así. Otras veces, sin preguntar, pondrán un huevo frito. Yo he vuelto a tomar huevo, pero si no queréis; especificad antes que tampoco tomáis eso.

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Un menú en un restaurante vegetariano (Guayaquil, Ecuador)

En general, en la mayoría de hostales para mochileros hay cocina relativamente bien equipada, y aunque no se consuman muchas verduras, en los mercados locales abundan a precios muy baratos, por lo que podéis cocinar sin problema. Los frijoles se venden a granel. Obviamente, si cocináis no tendréis ningún problema, pero sí que es más difícil encontrar sustitutos de la carne como tofu o seitan… Igual en las tiendas naturistas (herbolarios de toda la vida), pero serán algo caros. Aunque no temáis, pues la quinua, la chía y la linaza se encuentran súper fácilmente y a unos precios que harán que queráis llevaros todas a España. Pero los frutos secos son caretes, excepto los cacahuetes (yo hago mi propia mantequilla de cacahuete y está híper rica, sin químicos ni aceite de palma).

Otra cosa cara; las leches vegetales. En Colombia a veces tenían el litro de leche de soja por unos 3€, pero no es lo normal, y de todas formas, no suele compensar, ya que nunca pasas el suficiente tiempo en un mismo sitio como para acabarla, y se pone mala por el camino. Si me quedo una semana o más, suelo comprarla. Pero la verdad es que ya me he acostumbrado a tomar el café solo (el tinto que llaman en Colombia) y los copos avena los cocino en agua en vez de leche. Sin embargo, la panela (o caña de azúcar) es muy barata, por lo que es un buen momento de dejar el azúcar refinado por algo más natural. Pero bueno, siempre podéis hacer vosotros la leche con avena, almendras, alpiste, o lo que sea. En Perú, encontré leche de soja enlatada a un precio muy normal. Me emocioné tanto que la compré sin pensar. Luego, al leer los ingredientes, casi me da algo de la cantidad de azúcar blanco que llevaba.

Os hartaréis (o no, en realidad, yo nunca podría hartarme) de tanta fruta. Hay muchísimas, o sea solo el plátano tiene como mil variedades. Por ejemplo; hay un plátano que es más grande y ese no se considera fruta, se cocina, y se divide en guineo, maduro y verde, depende de su grado de madurez. Los maduros son más dulces. El “normal”, aquí lo llaman banano, y los hay enanos que son muy dulces y otros rosas. Yo flipo. Papaya todos los días. Y qué papayas. Unas chirimoyas del tamaño de todo el continente (las grandotas se llaman guanábanas). Hay tomates de árbol (sí, el que le puso el nombre se lució), y lulos que hacen los mejores jugos después del maracuyá. Y una de mis favoritas, las granadillas. Las enseño en el vídeo de San Andrés. DELICIOSAS. Ah, y las naranjas son verdes y no se llaman verdes (no me matéis, je). Con todas estas frutas, se pueden hacer infinidad jugos y los que venden en la calle son entre 1 y 3€, pero acordaros de decir “sin azúcar”, porque le ponen muchísimo.

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Jugo de durazno (Guayaquil, Ecuador)

El queso también lo usan muchísimo, pero no hay queso como el queso Europeo, así que se puede vivir sin él sin problema, pero cuidado con el pan, porque, sobretodo en Colombia, casi todo está relleno de queso. Los buñuelos, hay empanadas, el pandebono, las almojábanas, etc. Por supuesto todo frito y súper sano. En Colombia y Ecuador también le ponen queso al chocolate caliente, pero solo si lo pedís expresamente.

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Almojábanas  (Chía, Colombia)

Un tema interesante es el de la ganadería; se ve mucha ganadería pequeña. Familias que crían ellos sus vacas, chanchos y gallinas, consumen de sus animales y lo que sobra lo venden en los mercados locales o a los vecinos, por lo que es muy distinto, ya que solo se cría lo que se consume. En la comunidad en la que nos quedamos en la selva, pescaban mucho porque no tenían ganado, pero solo pescaban lo que iban a comer en el día. Allí me ofrecieron y me lo pensé, pero en realidad no quería comer un animal aunque hubiese sido conseguido de forma sostenible y responsable.

Creo que no es tan difícil si os buscáis un poco la vida. Comer fuera a veces puede ser un poco pesado, ya que no siempre te hacen el apaño, y veces que ni se les ocurre y te preguntan “¿vegetariano? ¿como qué?”. Importante señalar que digáis siempre vegetariano, o especifiquéis todos los tipos de carne, porque a veces solo llaman carne al res y al cerdo, pero no al pollo o pescado. Lo mejor es la aplicación Happy Cow, en más de una ocasión me ha salvado y hay veces que hay sitios donde menos te lo esperas. En Colombia por ejemplo, hay una comunidad muy grande de Hare Krisnas y tienen restaurantes repartidos por todo el país. Y bueno, si cocináis vosotros, pues ningún problema.

Puedo colgar alguna recetilla también si queréis 🙂

Y si todo lo demás falla, siempre quedarán las humitas ❤

 

¡Hasta la próxima!

De Leticia a Iquitos; tres días en barco por el Amazonas

Tal cual. Y no un barco cualquiera, si no un barco carguero, para darle más romanticismo al asunto. Mientras viajaba por Colombia decidí cambiar mi ruta e ir a Perú en lugar de a Panamá. Buscando y buscando la manera de llegar a Perú desde Colombia econtré varias opciones:

  1. Volando. Hay vuelos a Lima desde casi toda Colombia, pero pueden ser algo caros. Creo que desde Leticia a Iquitos no es mucho, pero aun así se salía del presupuesto.
  2. En autobús desde Cali o Popayán recorriendo todo Ecuador. No se precio pero tarda unas 40 horas creo. La empresa es Cruz del Sur.
  3. En barco carguero.

Opté por la última. Compré un vuelo de Bogotá a Leticia, que en el mapa está en la esquinita de Colombia lindando con las ciudades de Tabatinga (Brasil) y Santa Rosa (Perú). Estuve dos noches, asegurandome que tenía todo lo que necesitaba para el barco. Hay tres tipos de barco; el lento carguero, que se demora unos 3 días, uno rápido y otro noruego aún más rápido. Apenas hay información en los barcos, o eso me pareció a mi. El rápido tarda unas 15 horas, y hay dos tipos pero no se nada sobre precios.

El primer día decidí ir a Santa Rosa a preguntar. Desde el malecón de Leticia te llevan en balsa por 3.000 pesos (1€). Al llegar, le pregunté al chico que me llevó que dónde podía preguntar.

-No hay nada que preguntar- Me contestó.

-¿Cómo?

-Sí, solo te presentas en el barco y esperas a que salga.

-Ah… O sea que he venido para nada…

-Bueno, te acerco a ver si ahora hay un barco, igual ahí te dicen algo.

Pusimos rumbo al nuevo destino. Una vez allí me dijeron que el barco costaba unos 60-80 soles (15-21€) y que saldría el sábado a las 11 de la mañana. Listo. Suficiente.

Antes de embarcar, recordad que os tienen que sellar el pasaporte, tanto de salida en Leticia (hay una oficina de inmigración en el malecón y otra en el aeropuerto), y también en Santa Rosa para entrar en Perú. Os darán una tarjetita que hay que guardar hasta salir del país porque la piden mucho en los controles. No olvidéis cambiar algo a soles para tener a mano, pero si no cambiáis en Leticia, en Iquitos hay casas de cambios y gente que te cambia en la calle (no se como de legal es eso…).

También necesitáis una hamaca si no queréis dormir en el suelo, y creedme que no queréis. Yo me arrepentí de no comprarme una en la costa porque eran más bonitas y más baratas. En Leticia venden unas muy feas por unos 5€, pero yo quería traermela a España, así que compré una azul turquesa muy bonita que me costó unos 10. Las cuerdas para la hamaca, podéis comprarlas (1€ aprox) o si no en el barco, os daran unas tiras como de los chalecos salvavidas que hacen el trabajo igualmente. Llevad también el agua que creáis necesitar.

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La fabulosa embarcación

El sábado madrugué, fui a Santa Rosa, sellaron mi pasaporte y a las 9 de la mañana llegué al barco. Señalaron a un señor para que hablase con él, asumí que era el capitán. Éste me contó que este barco no iba a Iquitos, que el mio llegaría en un par de horas que venía de Islandia.

One moment.

Cómo que Islandia.

Pero si hace frío, y van en hamacas y ¿en qué parte del mapa desemboca el Amazonas? Y joder, ¿cómo es que a Iquitos tardamos tres malditos días y a Islandia se demora dos horas?

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Yo intentando averiguar cómo iba a llegar el barco desde Islandia

Muy confusa, le expresé mis dudas al capitán, quien no parecía entenderme muy bien y me despachó diciendo que subiese a esperar a mi barco. Al poco apareció otro hombre de la tripulación a darme conversación. Le pregunté cómo es que llegaban de Islandia si eso estaba en Europa. Lo encontró tremendamente gracioso. Al parecer, es una ciudad en las orillas del Amazonas, que jsuto comparte nombre con la isla nórdica. Pues nada, ahí me quedé como una pazguata.

A todo esto ya eran más de las 11 y ahí no llegaba nada. Una hora más tarde aparecía otro ferry. Era más grande que en el que estaba, con un piso más y parecía mejor cuidado. Despidiendome del capitán que intentaba convencerme para que me quedase en su barco, subí al otro. Un chico me ayudó con la mochila y me colgó también la hamaca en la planta de arriba y fui a explorar. La planta baja del barco parecía para carga, (y de hecho más adelante, metieron vacas, cerdos y montones de gallinas) la primera y segunda estaban cerradas por paredes con ventanas, y al final de estas estaban la cocina, el bar y los baños (unos retretes con una pinta horrible y una tubería en el techo hacía las veces de ducha). La tercera parecía la más tranquila. No estaba cerrada, pero tenía unas lonas que se podían bajar si hacía frío o llovía.

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Volví a mi hamaca y conversé con el hombre que estaba a mi lado. Eran ya las 12 del mediodía y salíamos a las 11, así que extrañada le pregunté si sabía lo que pasaba. Segundo momento del día en el que hago alarde de ser una topa de remate.

-¡Pero si salimos a las 7:30 de la tarde mujer!

-¿Cómo? No, pero a mi me dijeron…

-Hago este camino muchas veces mi amor, y este barco no sale hasta las 7:30 de la tarde.

Pues nada. Como no quedaba otra, me eché una siesta maldiciendome. Unas horas más tarde, apareció en la planta una chica rubia, hablamos un rato y decidió mudarse arriba también. Luise, de Alemania. No sabéis la ilusión que me hizo conocer a otra viajera que también iba sola. No solo hizo que me sintiese mucho más segura, si no que nos entretuvimos la una a la otra durante el viaje. Éramos las únicas turistas de todo el barco, el resto todos peruanos

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Puesta de sol en el Amazonas antes de zarpar

Salimos puntuales a las 7:30 de la tarde, cuando ya era de noche. Nos dieron de cenar una taza de avena (más bien de agua con cuatro hojuelas y mucho azúcar), y nos quedamos sin pan porque ya no quedaba. A eso de la 1 de la mañana vinieron dos de la tripulación a tocar un poco los huevetes, con la linterna enchufandola en nuestras caras diciendo «buenos días, hay que pagar mi amor». No entiendo por qué habiendo tenido toda la tarde, lo hacen por la noche cuando ya está todo el mundo en el séptimo sueño. En fin, son 70 soles, que son unos 20€ aproximados.

El desayuno nos lo llevaron a la hamaca a las 7:30. Otra taza de avena con azúcar y agua y un trozo de pan blanco. Previendo esto, las dos nos habíamos provisto de frutas y algunas verduras, por lo que pudimos comer relativamente sano a pesar de las circunstancias. El almuerzo consistió en arroz con leguumbres y un trozo de pollo que ahí se quedó. La cena fue una sopa de gallina. En ese momento me sentí muy orgullosa de mi yo del pasado porque se me ocurrió cocinar unas lentejas y llevarlas en el tupper por si la comida tenía mucha carne. Me salvaron la cena 🙂

Los días eran largos, no había nada que hacer. Leíamos, dormitábamos y escribíamos principalmente. Aprendí a hacer algunas pulseras con macramé que me enseñó Luise y hablamos con los locales, que nos contaban cosas de Iquitos, de donde parecían ser todos. Para entonces las primeras plantas estaban abarrotadas de gente, casi hacinadas, y no corría el aire. Arriba en cambio, cada vez éramos menos. También decidimos prescindir de las duchas, e ir al baño lo menos posible porque estaban realmente sucios, y el fin de la ducha es acabar más limpio…

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La planta de arriba. La hamaca turquesa detrás del señor es la mía

Una cosa que nos impactó mucho fue que la gente tiraba la basura al río. No hay ninguna conciencia sobre lo que el plástico causa en el medio ambiente, y no creo que sean conscientes de lo que el Amazonas y sus selvas significan para el planeta. Veías a mucha gente tirar la basura, y mucha otra la dejaba en el suelo, por lo que se acababa volando igualmente. Luise y yo recogíamos bastante y la metíamos en los cubos, pero no se si esos cubos también van o no al río… En una ocasión incluso le dije a un chico «perdona, se te ha caído esto… a ver si va a acabar en el río». Se levantó, lo tiró a la papelera y volvió a tumbarse. Así de fácil.

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Llegamos a Iquitos sobre las 5 de la tarde. Según atracamos, y antes de desembarcar, ya teníamos a varias personas dentro diciendo «venga amiga, yo les llevo a un hostal bueno, les llevo por solo 2 soles», es un poco agobiante, pero bueno, una se acostumbra. Dandole largas, bajamos, y nos encontramos con un auténtico caos de basura, otras embarcaciones, perros vagabundos, olores muy fuertes, moto taxis y un montón de personas hablandonos a la vez. Abrumada, escuché a Luise hablar con un chico que decía que nos llevaba por 7 soles. Entonces vislumbré al que había entrado al barco y le hice una seña. Él nos iba a llevar por 2, así que… No os dejéis engañar, os dirán que la ciudad está lejos y otras excusas, pero no paguéis más de 2 o 3 soles.

Iquitos es una de las ciudades más grandes que no está conectada por tierra con otras. Solo con un pueblo, creo, que se llama Nauta, desde donde salen los barcos rápidos a Yurimaguas (de rápidos no tienen nada, pero esa es otra historia). En la ciudad está el mercado de Belén, es un barrio bastante malo, pero durante el día no hay peligro. Dentro hay distintas zonas. Hay una que está como flotando y es la más bonita a la vez que la más desagradable. Venden todo tipo de animales (o partes de éstos) legales e ilegales de la jungla. Yo solo me quedé en la parte de las frutas y verduras, porque no quería verlo. Pero bueno, lo mejor es que preguntéis en vuestros alojamientos qué hacer, porque aunque a primera vista parece que no hay mucho, se le puede sacar mucho partido a esta ciudad que tanto caucho dio.

Aunque esta no sea la manera de disfrutar de la selva, desde luego ha sido toda una experiencia. No solo por el hecho de recorrer parte del Amazonas en un barco carguero durante unos días, durmiendo en una hamaca y sin ducharse, si no por ver como se mueve la gente local, y poder hablar un poco con ellos. Además, los paisajes son una auténtica pasada e igual tenéis suerte y véis los delfines rosas… Creo que merece la pena hacerlo una vez si os encontráis en la zona. Hay mucho tráfico de barcos entre Perú, Colombia y Brasil, así que depende de dónde os encontréis.

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Espero que esto sea de ayuda 🙂

¡Hasta la próxima!

Sentirse en casa fuera de casa

Es curioso cuando viajas a largo plazo, tu percepción de lo que es un hogar cambia mucho (y eso que llevo solo cuatro meses). Siempre que me ido de viaje o fuera de casa durante al menos un mes, siempre he tenido un momento en el que la morriña me golpea con fuerza, la soledad me atrapa y lo único que quiero es estar en casa con los míos, en mi cama y sintiéndome segura. Siempre me ha pasado, lloro un rato, y más tarde o más temprano se me pasa. Aquí me pasó el día de mi cumpleaños en Quito, después de llevar dos meses viajando, por suerte, estaba con gente genial a mi lado y se me pasó rápido.

Luego llegué a Bogotá, y me sorprendí lo cómoda que me sentía en una ciudad de tal magnitud. Me movía con facilidad, estaba rodeada de buenas personas que me acogieron y me ayudaron en todo lo que estuvo en sus manos, y en general, la energía de la ciudad hizo que me encontrase muy bien en todo momento. Estuve diez días sintiéndome realmente cómoda. Pero «the show must go on» y debía seguir con mi viaje. Todo fue bien, normal, hasta que llegué a Minca. Minca cambió mi forma de ver las cosas.

Minca es una aldea realmente, a unos 14 kms de Santa Marta y lindando con Sierra Nevada. Ha ganado cierta popularidad en los últimos años, pero sin llegar a masificarse o a convertirse en un sitio puramente para turistas, como me pareció Palomino, no muy lejos. Pero bueno, me habían hablado maravillas de Palomino, así que depende de donde uno se sienta mejor. Todo el mundo se extraña cuando hablo de lo bien que me sentí en Bogotá… Cada persona es un mundo.

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Llegué a casa de mi anfitrión de Couchsurfing, y me despedí temporalmente de los chicos de Sudáfrica. En la casa había otra pareja de Reino Unido que me recomendó hacer la excursión al mirador de Los Pinos, pasando por las cascadas de Marinka y el albergue Casa Elemento. Fue un día muy largo, en total estuve caminando unas 7h, y además me cayó un chaparrón enorme. Para cuando llegué al pueblo de nuevo, empapada, lo único que quería era tomarme una taza de chocolate caliente. Fui a un sitio que estaba cerrado, un hombre me vio y me preguntó qué buscaba. En cuanto le respondí, emocionado, me llevó prácticamente de la mano hasta un pequeño local con una terracita llena de gente. Me indicó que me sentase en una mesa que ya estaba ocupada. Le pregunté al hombre allí sentado si le importaba, él, animado, respondió que todo lo contrario. Tendría unos 60 años. Llevaba una camiseta negra a la que le había cortado las mangas, el pelo blanco le llegaba a los hombros adornado con una bandana roja. Me contó que era de Canadá y lo mucho que odiaba Canadá. Hacía yoga y meditaba todas las mañanas. Pagó mi chocolate y un helado. Para cuando volví a la casa, estaba inspirada.

A la mañana siguiente, a las 6 de la mañana me quitaba las sandalias antes de entrar en el kiosko de Casa Yoga para hacer mi primera sesión de meditación que no fuese guiada por YouTube. Tras media hora, empezaba hora y media de hatja yoga. Todo, desde la localización del kiosko, con las vistas de las montañas de Minca, la madera, el sonido de los pájaros, los gallos y los gatos que se colaban para hacernos compañía  hizo que me sintiese no solo relajada, si no en paz.

Decidí alargar mi estancia en Minca para poder ir cada mañana a meditar y a la clase de yoga. Estaba realmente conectada con el entorno, cómoda, tranquila y cada día conseguía concentrarme mejor en la meditación. Dejé de usar el tronco para sentarme, y dejó de molestarme que se me durmieran las piernas. Era consciente de mi cuerpo, de los sonidos a mi alrededor, de las sensaciones, de mi respiración… También pensaba en otras cosas durante el día; en mis relaciones, en quien me inspira, en como soy con los demás, en ser más agradecida y saber apreciar mejor mis privilegios y el hecho de poder estar viajando a largo plazo.

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Participé en un taller de genealogía para conectar con mis raíces y ver patrones que es posible que se hayan repetido sin darnos cuenta en la familia. Fue muy intenso, se abrió una caja que guardaba muchas emociones y sentimientos que no sabía que tenía.

Habiendo crecido en una familia relativamente religiosa, fui a misa obligada de mi pequeña. Siempre he sido bastante escéptica con la Iglesia; no entendía el concepto de la fé, y pensaba que rezar no servía de nada. Incluso me identificaba como atea (ya no, ahora siento que el movimiento ateo solo quiere matar la espiritualidad, que es pesimista y que se basa en «si yo no puedo encontrar alegría en la religión, tú tampoco», pero ese es otro tema), pero entonces participé en este taller, y no miento cuando digo que todo tenía sentido. La fé, el creer, el ser feliz por creer y sobretodo la oración. Sigo pensando que la Iglesia como institución es un cáncer, pero no la espiritualidad, y el rezar para agradecer lo que tienes, o por los que amas.

Los que me conocéis, estararéis pensando que si me han lavado el cerebro una panda de hippies y que me vuelva ya para España jaja, pero nunca me he sentido tan cómoda y feliz conmigo misma. Fue en estos días en los que me di cuenta de que estaba contenta, era consciente de mi situación, me vi desde fuera, como en tercera persona, y me gustó lo que vi. Estaba realmente plena y feliz.

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Muy a muy pesar, tuve que irme de Minca. Un vuelo ya comprado desde Cartagena unos días más tarde me obligaba. No he vuelto a sentirme como estaba allí, pero se que volveré. Si no es en esta vida, será en otra.

Námaste.

 

PD: Gracias, Fulgue por enseñarme a Siddharta. Desde luego, ha tenido un papel muy importante en el camino espirtual.

Una semana en el Caribe; San Andrés

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Si os digo la verdad, nunca había oído hablar sobre la isla de San Andrés hasta que mis amigas Leanne y Sophie me propusieron el plan cuando aun estábamos en Santa Marianita, Ecuador. Apenas unos días antes de que ellas dejasen en Donkey Den me preguntaron si quería reservar los vuelos que desde Bogotá estaban muy baratos (60€ ida y vuelta). Busqué en Google, me gustó lo que vi y compramos los billetes para un mes y medio más tarde.

El 24 de marzo estábamos las tres en Bogotá, impacientes por llegar y con una emoción tan palpante que no podíamos aguantarnos. Llegar a la isla es fácil y  no demasiado caro, pero como extranjeros hay que pagar un impuesto antes de entrar de 99 mil pesos, es decir, unos 33€, que ya está bien. Creo que es más barato volar desde Cartagena pero bueno, eso ya depende de lo que le convenga a cada uno.

Nos alojamos en el Blue Almond Hostel, que aunque los dueños no nos cayesen muy bien, creo que es una de las opciones más asequibles a unos 15€ la noche. Hasta la fecha, ha sido el alojamiento más caro desde que dejé Madrid.

La isla mide apenas unos 30kms, por lo que es fácil recorrerla. Se pueden alquilar bicis, motos o carritos de golf, pero tened cuidado con esto último, porque hay tanto los caddys normales, que van a cero por hora, o unos Kawasaki que van a más velocidad y en general, son más cómodos. Alquilar una bici son 25.000 pesos al día (8€), una moto 60.000 (20€) y el Kawasaki unos 180.000 (60€).

Muy bien, basta ya de datos útiles y vamos a lo divertido; cómo ha sido pasar una semana en el Caribe. Pues duh, increíble. Nunca había estado, y tampoco había visto tantos azules distintos en el mar, ni esos tonos, ni la arena blanca que no se por qué no quema, ni nada parecido. Lo primero que notamos fue el calor. Llamadme idiota pero me esperaba un calor agradable, no un horno achicharrador, pero una está en el Caribe y se aguanta. El último día ni podíamos estar al sol, ni caminar, porque dolía demasiado.

A pesar del pequeño tamaño de la isla, es imposible aburrirse, y si os aburrís, cogéis un barco o avión a Providencia, la isla de al lado, y todo arreglado (el barco o avión desde San Andrés a Providencia son unos 300.000 o 500.000 pesos). Todos en la isla hablan inglés, y de hecho es el idioma principal, pero no os agobiéis si no se os da bien porque también hablan español 🙂

Rocky Cay: Uno de los cayos de la isla, se puede ir en autobús desde el centro por 2000 pesos, o si no, al dar la vuelta a la isla en caddy o moto o lo que sea se puede acceder fácil y no tiene ningún costo de entrada. Agua cristalina que no cubre más de la cintura te guía hasta el cayo, al que se puede caminar perfectamente. Se puede pasar el día, ya que hay palmeras que dan sombra y restaurantes cerca no muy caros, pero la verdad, yo recomiendo o llevar la comida hecha del alojamiento, o comer fruta y aperitivos y hacer una cena relativamente pronto cocinando.

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En Rocky Cay

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El camino de agua azul a Rocky Cay

Hoyo Soplador: Una grieta en una roca gigante desde la cual la gente salta al mar (a mi me pareció algo peligroso ya que es muy estrecha, pero no sé… la gente parecía hacerlo con confianza). Se puede entrar al agua sin tener que saltar y luego bucear por la roca.

West View: La entrada creo que son 4000 pesos, y es un espacio para bucear que también han puesto un tobogán y un trampolín. En realidad, la mejor manera de hacerlo es andar un poco más y meterse por uno de los caminos donde hay menos gente, y si te ves con fuerza, nadar hasta el tobogán y montarte gratis 🙂

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Estresadas  en West View

La Piscinita: Otros 4000 pesos. Es un espacio en el que han puesto un restaurante (muy caro) y uno de los mejores sitios para hacer snorkel de la isla. Con la entrada te dan una bolsita para dar de comer a los peces, por lo que te rodean completamente y no tienen ningún miedo. La mejor opción sin embargo, ya que suele haber bastante gente, es salirse de «la piscinita» nadando y llegar a los corales de al lado, donde puedes ver a los peces a su bola ¡Si tenéis suerte, igual veis una raya! Nosotras vimos varias.

Playa de San Luis: Otra de las increíbles playas de la isla. Esta es muy larga por lo que puedes ir a zonas más o menos concurridas. Hay una zona, enfrente del hotel Decameron, donde hay un charco de agua transparente, y que si te sientas, en seguida vienen un montón de pececillos a nadar a tu alrededor Kella’s Bar; un bar muy fiel a la cultura reggae de la isla.

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Playa de San Luis

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Una piña colada en Kella’s Bar

Playa del centro: Tiene un nombre, pero no lo recuerdo… no tiene mucha perdida, es la playa del centro de San Andrés. Es grande y muy bonita, pero no es tan natural como lo es Rocky Cay que está rodeada por palmeras, en lugar de edificios. Si camináis un poco más por el malecón o la playa, llegáis a las letras de I LOVE SAN ANDRÉS. La playa ahí est más tranquila y hay mucha menos gente que en el centro.

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Acuario y Johnny Cay: El principal tour de la isla. No recuerdo cuanto es, pero sí recuerdo que no mereció la pena. Te llevan en lancha al acuario, que no es un acuario como los que conocemos, si no que es una isleta rodeada de agua completamente cristalina en la que se pueden ver muchas especies de peces. No se como será normalmente, pero cuando fuimos estaba llena de gente. Además había dos chicos con una raya al sol para que la gente se hiciese fotos con ella y a mi se me estaba partiendo el alma…

Johnny Cay es otro cayo. Una isla llena de palmeras, bares, iguanas y sitios para comer donde vas a pagar como poco 10€ por un plato (mejor traed la comida de casa o esperad a comer a la vuelta). También hay mucha gente, pero al ser más grande, la gente está más dispersa. Eso sí, el sol pega muy, my fuerte. Nosotras, a pesar de usar protector solar nos quemamos bastante ahí, por lo que venid bien equipados.

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Primera iglesia baptista: Pues eso, la primera iglesia baptista de la isla, que está en lo alto y tiene una torreta desde la que se puede ver toda la isla. También te ponen un video contándote su historia. No está mal, pero no es nada increíble.

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En general, es una isla cara. Comer fuera cuesta lo mismo que en España prácticamente, así que aseguraos de tener una buena cocina en la que se pueda preparar cosas y poder ahorrar en eso. Dentro de la isla, además se puede hacer buceo y eso creo que no está mal de precio y lo mismo con el kitesurf. Y yo creo que merece la pena comprar vuestro propio tubo y máscara porque alquilarlo a diario sale caro y no hay día que no vais a querer tener uno a mano.

MUCHO PROTECTOR SOLAR Y ANTIMOSQUITOS. Ya está, no necesitáis nada más. Desde luego, si estáis en Colombia y tenéis una semana (o cinco días vaya), yo creo que merece la pena hacerse el viaje, porque aunque la costa de Colombia tiene parte en el Mar Caribe, no tiene nada que ver con estar en una isla en pleno caribe, que tiene tan viva la cultura creole y reagge. Eso sí, chicas, si ya es agobiante el que te silben o te digan cosas por la calle, en San Andrés son profesionales.

Espero que os haya gustado la entrada y que vayáis si podéis porque ver tantos tonos de azul en el mismo mar, no tiene precio.

¡Hasta la próxima!

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¡¡YA PODÉIS VER EL VÍDEO!!

¿Qué hacer en Bogotá?

Por fin, la primera entrada sobre Colombia, y no podía ser sobre otra cosa que no fuese Bogotá. Una ciudad vibrante en la que me he sentido muy cómoda y la primera en estar casi como en casa. Es la ciudad más grande de Colombia con unos 8 millones de habitantes y la tercera capital más alta de Sudamerica, a 2640 metros. Y sin embargo, a pesar de su abrumante tamaño, te recibe con los brazos abiertos. Es relativamente fácil moverse. El TransMilenio llega a bastantes zonas de la ciudad con la ayuda de la aplicación (TransmiSitp) que te dice como llegar a cualquier lado. Para los taxis, hay que bajarse una aplicación; Tappsi. Sobretodo para cogerlos por la noche.

La verdad, es que para ser tan grande, no tiene tanto turísticamente, y aun así, ha conseguido que me quede diez días enteros. Ha sido mi primer destino sola y Ana se había vuelto a España hacía unos días. Así comenzaba la segunda parte de la aventura. Volé desde Quito con Viva Colombia, la aerolínea low cost de Colombia, y no lo recomiendo (o sea sí, si os queréis ahorrar las mil horas en bus, pero yo pagué demasiado y tuve algún que otro problema con la compañía), y en menos de hora y media aterricé en el aeropuerto de El Dorado.

Me alojé en el barrio de La Macarena, en casa de una antigua amiga del colegio. La mayoría de los viajeros se hospedan en La Candelaría, el barrio más central y más hippie, pero La Macarena está a solo 20 minutos andando, está lleno de bares, restaurantes y cafeterías hipsters y es algo más seguro por la noche.

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El Museo Nacional y el Parque Nacional están al lado y están muy bien para pasear. El Museo Nacional cuenta la historia de la ciudad, como los españoles la fundaron, el por qué de la localización y lo que significó para ellos la colonización. Un punto de vista muy distinta al que aprendemos en el colegio. El Museo del Oro es otro imprescindible. En él albergan piezas de distintas culturas indígenas antes de que llegaremos los europeos. Una de las piezas más importantes es la balsa muisca, que representa la ceremonia de la leyenda de El Dorado. Otro museo es la Colección de Arte del Banco de la República, tres museos en uno. Uno de ellos siendo el Museo Botero. Por cierto, los domingos los museos son gratis.

Pasear por la Carrera 7, la calle principal. Sobretodo en domingo, que la cierran para los coches y hay un mercado de pulgas muy grande. Al final de esta se encuentra la Plaza de Bolívar, una plaza gigante habitada por palomas, con la correspondiente estatua del héroe nacional. Y de ahí La Candelaría está a solo unos metros, id a probar la chicha, una bebida tradicionalmente indígena que estuvo prohibida durante muchos años. Entrad en cualquier restaurante y pedir el ajiacouna sopa típica hecha con tres o cuatro tipos distintos de papa (y a veces pollo). De postre, comprad en un puesto de la calle una oblea con arequipe; son como unas galletas grandes y finas con dulce de leche.

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Plaza de Bolívar

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Ajiaco sin pollo

Para tener una vista privilegiada de la ciudad, el Cerro de Monserrate no puede faltar. Los domingos todo el mundo sube para la misa por lo que es más entretenido la cansada subida. Hay gente vendiendo y mucho movimiento. Sin embargo, entre semana es mejor coger el teleférico, porque no es muy seguro subir cuando no hay gente. También aseguraos que haga buen tiempo, el día que yo subí estaba todo nublado y no se veía nada…

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Vistas desde el Cerro… todo nublado

Fuera de la ciudad hay dos cosas principales: Zipaquirá y Guatavita. Zipaquirá es una catedral de sal, a la que no fui por falta de tiempo. Guatavita es la laguna donde sucedió la leyenda de El Dorado. A la que sí fui y me pareció muy caro para lo que es. Porque hay que pagar el autobús hasta el pueblo Guatavita que son 9.000 pesos (más otros 9.000 de vuelta), 11.000 del autobús del pueblo a la laguna (esto sí es ida y vuelta), y 17.000 para extranjeros para entrar en el parque.

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Con Sophie y Leanne en la laguna de Guatavita

En total yo estuve unos nueve días, y me faltó la catedral de sal, pero la verdad si era tan cara como la laguna prefiero no haberlo hecho, pero aquí depende del presupuesto de cada uno. Aun así, Bogota es una ciudad moderna y joven llena de vida y buen ambiente. Una cosa es segura, no os vais a aburrir.

¡Hasta la próxima!

Dos meses en Ecuador

Esto de llevar el blog al día se me da peor de lo que pensaba… Pero bueno, he decidido cambiar el ritmo e ir escribiendo las cosas como me apetezcan en lugar de en orden, porque yo ya estoy en Colombia y de Ecuador aun quedan muchas entradas…

A estas alturas ya debéis saber que hemos pasado dos meses recorriendo todo Ecuador, y aun así se nos ha hecho corto. Sin embargo, antes de embarcarnos en esta aventura, mucha gente se extrañaba «¿Ecuador? ¿Pero qué hay ahí?», «¿Por qué no vais a Perú?» y un largo etcétera. Es un país que pasa totalmente desapercibido, incluso la gente de allí es consciente. En Quito, nuestros anfitriones de couchsurfing nos dijeron que que bueno que hubiésemos decidido ir a Ecuador directamente, porque por lo general es un país al que se va de paso y la gente no le dedica demasiado tiempo.

Sin embargo, Ecuador es una verdadera joya que nosotras recomendamos completamente. No me importaría volver porque en todos los sentidos nos ha cautivado (palabrita). Cada sitio tiene su encanto y hay una variedad enorme; tan pronto estás en una playa como la de los Frailes, como en una jungla llena de monos, como en un volcán nevado o en una ciudad como Quito o Guayaquil, que en nada se parecen.

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El recorrido que nosotras hicimos es bastante completo, y aun así no pudimos ver ni el sur ni el norte, pero para que os hagáis una idea, nosotras hicimos lo siguiente:

Guayaquil (2 días): Me hubiese gustado pasar algo más porque hay muchísimo que hacer, pero el calor es aplastante e incómodo. Hay un parque con iguanas (!!!!), para tener las mejores vistas, sin duda subid a Las Peñas. Se puede recorrer el Malecón, e incluso cruzar el río hasta una especie de isleta.

Manta/Santa Marianita (3 semanas): Nos quedamos tanto por el voluntariado, está bien para unos días pero no os quedéis demasiado. sin embargo, los alrededores merecen más la pena.

Puerto López (2 días): El pueblo no tiene mucho más allá de la playa, pero hay mil actividades y la playa de Los Frailes es una absoluta pasada.

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De excursión a Los Frailes

Ayampe (1 día): Perfecto si te gusta el yoga y la meditación. Un poco aburrido si no, no hay mucho que hacer y es bastante caro.

Montañita (2 días): El sitio playero de fiesta por excelencia. Muy turístico y con ese aire de fiesta tipo Benidorm/Magaluf. Si te gusta eso, este es tu sitio ¡También es genial para el surf!

Cuenca (5 días): Nuestro favorito por excelencia. Toda la ciudad es preciosa, hay tantas cosas que ver y que hacer, además de el Parque Nacional de Cajas e incluso las ruinas de Ingapirca, si no os importa pasaros medio día en un autobús.

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¡Intentando saltar en el Chimborazo nevado!

-Alausí, Riobamba y Ambato (1 día en cada uno): En Alausí está la famosa Nariz del Diablo, lo cual podéis hacer andando en lugar de en tren y ahorraros 30$ (las vistas son una pasada, merece la pena darse el paseo). En Riobamba está el volcán Chimborazo, que es increíble y depende de los planes que tengáis podéis dedicarle más o menos tiempo. Ambato fue un sitio de paso antes de Baños, pero llegamos en plena Fiesta de las Flores y las Frutas y estaba todo precioso.

-Baños (4 días): Pretendíamos quedarnos más pero por circunstancias del destino, solo pasamos 3 noches. Hay un montón de actividades y de deportes de riesgo; canopy, rafting, torrentoso, puenting… Se come maravillosamente y el ambiente en la ciudad es muy relajante. Eso sí, es mega turístico. Nosotras fuimos al columpio del fin del mundo y alquilamos unas bicis para hacer la ruta de las cascadas (¡recomendables los dos!).

El Oriente (4 días): Entre Puyo y Tena pasamos unos 4 días y 3 noches. Puyo es la puerta a la amazonía, y aunque el pueblo no ofrezca demasiado, hay muchos tours para hacer por el amazonas y lo mismo en Tena. Nos falló un voluntariado en pleno amazonas y tuvimos que improvisar un poco. Todo depende del presupuesto y del tiempo que queráis pasar en la jungla.

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Columpio del fin del mundo en Baños

Latacunga (3 días): El hogar de dos de los principales volcanes de Ecuador, el Cotopaxi y el Quilotoa (que ahora el cráter es una laguna que ha obtenido un fuerte color verdoso debido a los minerales del fondo). Nosotras fuimos al mercado de Saquisilí (creo recordar que son los sábados), un pueblo cercano, y al Quilotoa. El Cotopaxi se nos salía del presupuesto, pero al parecer los tours están muy bien y sale más barato, para variar.

Mindo (3 días): Es precioso. Está a unas dos horas/dos horas y media de Quito hacia el norte y hay autobuses que te dejan en la entrada. Aviso que desde la carretera principal al pueblo hay unos 7kms. Hay que esperar a otro autobús. Nosotras no lo sabíamos y anduvimos una buena parte, hasta que un buen hombre nos recogió. Es bastante turístico, pero porque hay extranjeros residiendo allí más que viajando. Se pueden comprar artesanías, hay muchísimos restaurantes con opciones vegetarianas, tours para aprender sobre el chocolate, un mariposario y más cosas, así que no os vais a aburrir.

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En la laguna del volcán Quilotoa

-Quito (10 días): Sí, es mucho, pero la verdad es que necesitábamos bajar el ritmo de viaje y quedarnos en un sitio unos días. En Quito hay muchísimas cosas, pero muchas dependen del tiempo, el cual varía mucho. El free walking tour es indispensable. Para unas vistas impresionantes; El Panecillo (una estatua de la virgen María con alas, regalo de los españoles, por cierto), o subir a la torre de la Basílica (si tenéis vertigo, puede que sea difícil, para mi lo fue…), o coger el teleférico para el volcán Pichincha (el cual no pudimos hacer por la niebla). Los sábados hay un mercado en Otavalo, a unas dos horas que al parecer está muy muy bien, aunque no  pudimos comprobarlo, pero eso es otra historia. Y por supuesto, en Ecuador está el Ecuador; la Mitad del Mundo.

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Monumento a la Mitad del Mundo

Desde luego, en Ecuador no os vais a aburrir y tampoco vais a gastar un dineral. Por lo general, los almuerzos (menús del día) varían entre los 2 y 3,50$. El hospedaje puede estar entre los 5 y los 12,50$ la noche (12,50 ha sido lo que más pagamos y porque era carnaval). Y en general, las actividades turísticas son asequibles. Moverse es super fácil, todo se hace en autobús, y está todo bastante bien conectado, no hace falta reservar nada, simplemente llegas a la terminal terrestre (estación de autobús) del sitio, y por ahí preguntas. Además, es bastante barato también. La gente siempre está dispuesta a ayudarte, ya sea para encontrar alojamiento, ayudarte con alguna dirección o simplemente darte conversación en el autobús.

Si estáis planeando las próximas vacaciones, Ecuador es un destino más que ideal 🙂 Le hemos cogido muchísimo cariño ❤ Para saber más sobre la comida de Ecuador, echadle un vistazo a la sección del blog de Masticando Madrid, allí Ana cuenta todo lo que queráis saber ¡incluidas recomendaciones en cada ciudad!

Aquí podéis ver el último vídeo, Quito:

 

¡Hasta la próxima!

Cuenca, Ecuador.

Por fin, por fin, por fin, por fin dejábamos la playa. Sí, ya se lo que estáis pensando, pero después de un mes, no podíamos aguantar más el calor sofocante de la costa, y aun menos a los mosquitos. El siguiente destino; Cuenca. Al principio nos sonaba rarísimo hablar de Cuenca y que no fuese España, pero a estas alturas ya ningún nombre nos asombra.

Llegamos bien entrada la noche, pero no era muy importante porque nuestro anfitrión de Couchsurfing salía del trabajo a las 11. Tuvimos que hacer transbordo en Guayaquil, y nos pasamos a visitar a Kevin un ratito. Pero eso significó que se nos hizo de noche, y la carretera se las traía…  Al parecer íbamos cruzando las montañas del Parque Nacional de Cajas y era noche cerrada… Fantástico.

Cuenca ha sido hands down, nuestra parada favorita. Entonces no lo sabíamos pero todo lo que tiene esta ciudad que ofrecer es pura magia. El primer día salimos a explorar con Felipe, mientras nos hablaba del pasado colonial. Paseamos por la Catedral Nueva, y la de San Blas, que era la iglesia que señalaba el fin de la ciudad, bajamos al río y deambulamos portada rincón. Conocimos a los amigos de Felipe y por la noche subimos al Turi, un mirador desde el que se ve toda la ciudad.

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Jonnathan y Ana en la Catedral

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Desde el Turi

Por la noche, fuimos a tomar, como dicen aquí en lugar de beber. Había que aprovechar porque el fin de semana había ley seca por las elecciones. Al parecer, mucha gente votaba borracha por lo que ahora el fin de semana de elecciones está prohibido beber y comprar alcohol. SI ERES MI MADRE DEJA DE LEER A PARTIR DE AQUÍ. NO HAY NADA QUE VER. Probamos un brebaje terrible, Ferrari, lo llaman. El horror. El nombre viene a que en seguida te pillas una buena coroza. Te lo sirven en una copa como de daiquiri y lo llenan de no se qué alcoholes, también en otros dos vasos de chupito largo, ponen otros dos licores. Lo flamean, metes la pajita (o el sorbete) y te lo bebes de una tirada mientras la camarera lo va rellenando con los vasos de chupito. Os lo podéis imaginar.

Parque Nacional de Cajas

Nos levantamos con chuchaqui (resaca), pero como buenas turistas que somos, apechugamos y pusimos rumbo al Parque Nacional de Cajas, y dejadme que os diga que mereció la pena. Sin embargo, en ese momento, nos dábamos cuenta de que, efectivamente, la temperatura de la costa no se veía por ninguna parte, y con solo unos leggings, pero todas las capas posibles puestas nos arrepentimos de no haber planeado mejor para las temperaturas frías.

Debido al tiempo (niebla y lluvia), no nos dejaron hacer mucho más que rodear la Laguna Toreadora, pero aunque solo se pueda hacer eso, parece otro mundo. Allí, además, probamos el logro de papa; una especie de puré con papas, queso, aguacate y no se que más pero que nos calentó hasta el alma y estaba realmente delicioso.

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Locro de papa

Pero lo mejor de todo, fue al salir de la cafetería… ¡¡estábamos rodeadas de llamas!! O alpacas… no controlo mucho la diferencia entre ellas, pero qué más da. La emoción era palpable.

 

Ruinas de Ingapirca

Creo que alguien me dijo, o leí en algún blog que si no ibas a Machu Pichu en Perú, una buena y más barata alternativa para ver antiguas ruinas era Ingapirca en Ecuador. Bueno, desde aquí os digo que no.

Fuimos en domingo, el domingo de las elecciones, por lo que no había autobuses directos desde Cuenca (si vas directamente se tarda unas dos horas). Por lo que fuimos a Cañar, y allí cogimos otro que nos dejó en el pueblo y anduvimos hasta las ruinas. En total tardamos más de 3 horas. Y tienes que ir con guía, pero no se paga aparte, creo que la entrada son unos 2$. Y la verdad, es imposible perderse porque hay un sendero, y todo viene explicado en tablas de madera pero oh well.

 

Ingapirca en kichwa significa puerta del inca. Convivían dos comunidades; la cañarí y la inca, adoraban al sol y celebraban las cosechas. Y bueno, es muy interesante, pero es bastante pequeño y no necesitas una caminata de 5 días para llegar, y tampoco te quita el aliento como me imagino que debe ser estar en Machu Pichu.

 

En Cuenca, aprovechamos para relajarnos, beber mucho café y chocolate y disfrutar de la compañía de Felipe y sus amigos. Nos vino bien estar unos días asentadas en un sitio tan bonito…Así se acababa nuestro tiempo en Cuenca, una ciudad absolutamente preciosa, con una clara huella española. Si estáis en Ecuador no os lo podéis perder.

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Podéis ver como fue aquí:

Seguiremos informando!