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Cuenca, Ecuador.

Por fin, por fin, por fin, por fin dejábamos la playa. Sí, ya se lo que estáis pensando, pero después de un mes, no podíamos aguantar más el calor sofocante de la costa, y aun menos a los mosquitos. El siguiente destino; Cuenca. Al principio nos sonaba rarísimo hablar de Cuenca y que no fuese España, pero a estas alturas ya ningún nombre nos asombra.

Llegamos bien entrada la noche, pero no era muy importante porque nuestro anfitrión de Couchsurfing salía del trabajo a las 11. Tuvimos que hacer transbordo en Guayaquil, y nos pasamos a visitar a Kevin un ratito. Pero eso significó que se nos hizo de noche, y la carretera se las traía…  Al parecer íbamos cruzando las montañas del Parque Nacional de Cajas y era noche cerrada… Fantástico.

Cuenca ha sido hands down, nuestra parada favorita. Entonces no lo sabíamos pero todo lo que tiene esta ciudad que ofrecer es pura magia. El primer día salimos a explorar con Felipe, mientras nos hablaba del pasado colonial. Paseamos por la Catedral Nueva, y la de San Blas, que era la iglesia que señalaba el fin de la ciudad, bajamos al río y deambulamos portada rincón. Conocimos a los amigos de Felipe y por la noche subimos al Turi, un mirador desde el que se ve toda la ciudad.

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Jonnathan y Ana en la Catedral

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Desde el Turi

Por la noche, fuimos a tomar, como dicen aquí en lugar de beber. Había que aprovechar porque el fin de semana había ley seca por las elecciones. Al parecer, mucha gente votaba borracha por lo que ahora el fin de semana de elecciones está prohibido beber y comprar alcohol. SI ERES MI MADRE DEJA DE LEER A PARTIR DE AQUÍ. NO HAY NADA QUE VER. Probamos un brebaje terrible, Ferrari, lo llaman. El horror. El nombre viene a que en seguida te pillas una buena coroza. Te lo sirven en una copa como de daiquiri y lo llenan de no se qué alcoholes, también en otros dos vasos de chupito largo, ponen otros dos licores. Lo flamean, metes la pajita (o el sorbete) y te lo bebes de una tirada mientras la camarera lo va rellenando con los vasos de chupito. Os lo podéis imaginar.

Parque Nacional de Cajas

Nos levantamos con chuchaqui (resaca), pero como buenas turistas que somos, apechugamos y pusimos rumbo al Parque Nacional de Cajas, y dejadme que os diga que mereció la pena. Sin embargo, en ese momento, nos dábamos cuenta de que, efectivamente, la temperatura de la costa no se veía por ninguna parte, y con solo unos leggings, pero todas las capas posibles puestas nos arrepentimos de no haber planeado mejor para las temperaturas frías.

Debido al tiempo (niebla y lluvia), no nos dejaron hacer mucho más que rodear la Laguna Toreadora, pero aunque solo se pueda hacer eso, parece otro mundo. Allí, además, probamos el logro de papa; una especie de puré con papas, queso, aguacate y no se que más pero que nos calentó hasta el alma y estaba realmente delicioso.

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Locro de papa

Pero lo mejor de todo, fue al salir de la cafetería… ¡¡estábamos rodeadas de llamas!! O alpacas… no controlo mucho la diferencia entre ellas, pero qué más da. La emoción era palpable.

 

Ruinas de Ingapirca

Creo que alguien me dijo, o leí en algún blog que si no ibas a Machu Pichu en Perú, una buena y más barata alternativa para ver antiguas ruinas era Ingapirca en Ecuador. Bueno, desde aquí os digo que no.

Fuimos en domingo, el domingo de las elecciones, por lo que no había autobuses directos desde Cuenca (si vas directamente se tarda unas dos horas). Por lo que fuimos a Cañar, y allí cogimos otro que nos dejó en el pueblo y anduvimos hasta las ruinas. En total tardamos más de 3 horas. Y tienes que ir con guía, pero no se paga aparte, creo que la entrada son unos 2$. Y la verdad, es imposible perderse porque hay un sendero, y todo viene explicado en tablas de madera pero oh well.

 

Ingapirca en kichwa significa puerta del inca. Convivían dos comunidades; la cañarí y la inca, adoraban al sol y celebraban las cosechas. Y bueno, es muy interesante, pero es bastante pequeño y no necesitas una caminata de 5 días para llegar, y tampoco te quita el aliento como me imagino que debe ser estar en Machu Pichu.

 

En Cuenca, aprovechamos para relajarnos, beber mucho café y chocolate y disfrutar de la compañía de Felipe y sus amigos. Nos vino bien estar unos días asentadas en un sitio tan bonito…Así se acababa nuestro tiempo en Cuenca, una ciudad absolutamente preciosa, con una clara huella española. Si estáis en Ecuador no os lo podéis perder.

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Podéis ver como fue aquí:

Seguiremos informando!

 

 

¡10 días en ISLANDIA! (Parte 2)

¡Parte dos del viaje de 10 días a Islandia! Westfjords – Reikiavik

Día 5: Westfjords

Después de haber pasado una noche en la cabaña de madera, estábamos listos para un día muy largo de carretera. Entre ese día y el siguiente nos propusimos cruzar todos los Werstfjords. Theo se moría de ganas de ir, decía que todas las fotos chulas que había visto estaban ahí. Nos subimos en el coche y pusimos rumbo al Noroeste de la isla.

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Queríamos llegar a Thingeyri a una hora razonable para que nos diese tiempo a hacer algo más que cenar y dormir, pero no llegamos hasta las 6 de la tarde. El problema fueron las carreteras, que Google Maps pensó que eran normales, pero eran de grava, en la montaña, y no se podía ir a más de 40 km/h. Además que íbamos conduciendo por los fiordos porque las otras carreteras interiores solo se pueden usar con un 4×4, y nuestro cochecito desde luego no lo era.

Llegamos al camping, que tenía una piscina cubierta por 300 ISK (casi 3€), y no nos lo pensamos dos veces. Montamos la tienda, y corriendo nos cambiamos para meternos en la piscina y poder pasar en agua calentita la hora y media que nos quedaba hasta que cerrase. Dentro, también había un jacuzzi, donde conocimos a gente del pueblo que nos estuvo hablando sobre la política en Islandia (aunque los precios sean caros, los salarios no están a la altura como en otros países nórdicos), nos dieron trucos para las carreteras y como llegar más rápido sin desesperar.

La dueña del camping, había colocado una mesa con un calentador de agua y un microondas cerca de  una mesa y bancos  de camping en el gimnasio para que pudiésemos cenar y desayunar por la mañana.

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Cenando en el gimnasio

Esa noche, volvieron los vientos huracanados. Sobre las 4 de la mañana, Teresa y yo nos despertamos asustadísimas con la tienda prácticamente encima de nosotras. Teresa se puso en el peor de los casos y decía que como estábamos cerca del mar, seguramente se formaría un tsunami con el viento. Decidimos mudarnos a la sala de la lavadora. Nos pusimos las botas, recogimos la tienda y nos metimos con ella en la sala y ahí pasamos la noche súper calentita, entre una lavadora, un fregadero y un retrete.

A la mañana siguiente, cuando Theo se despertó y vio que en lugar de nuestra tienda solo había piquetas pensó «no puede haberse volado la tienda con ellas dentro»… De repente oímos unos pasos rápidos, se abrió la puerta de la lavadora de golpe y apareció Theo empapado. Al vernos, soltó un aliviado «okay, good».

Day 6: Sauðárkrókur

Llovía a mares. Pero hasta el momento no la habíamos experimentado, así que bueno, una experiencia más… Porque al mal tiempo, buena cara ¿no? Además, era un buen día de todas formas porque íbamos a conocer a la última componente de nuestro extraño grupo de viajeros internacionales.

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Una hora de viaje más tarde, vimos a un autoestopista que apenas podía caminar por el viento. Teníamos el coche hecho un asco y todo tirado, pero no podíamos dejarle ahí con ese frío. Nos apañamos como pudimos. Era un chico de Bélgica que viajaba solo, acampando y llevaba cerca de un mes y se iba a quedar otros 20 días. Su móvil era de los antiguos que tenía un panel solar por detrás para cargarlo. Recorrimos todos los Westfjords y llegamos a Hvammstangi, donde dejamos al chico belga y recogimos a Marta, una chica de Madrid que conocía de poco antes que estaba haciendo wwoofing en una granja de la zona y quería llegar a Akureyri.

Llegamos por la tarde a Sauðárkrókur, un pueblo del norte. Allí, en una gasolinera nos esperaba Tiffany, que había tenido la suerte de su vida al llegar a su albergue en Reikiavik y justo otro de los clientes iba a ir allí en coche al día siguiente. Sin embargo, la verdad es que la única razón por la que fuimos allí es que nos había acogido una familia via couchsurfing y teníamos cama con techo. Dejamos ahí a Marta, quien siguió haciendo autoestop, y nosotros dimos una vuelta y fuimos a la casa de nuestros nuevos anfitriones.

Llamamos a la puerta sin saber que esperarnos. Nos abrió Annika, una mujer alemana de pelo corto que en seguida nos invitó a entrar y en menos de cinco minutos nos hizo sentir tan cómodos como en nuestra propia casa. Conocimos a su perrita, una pastora islandesa completamente loca, su marido y su hija de cinco años, Hannah Maja. Sin embargo, poco después llegó una amiga de Hannah Maja, y un amigo de Annika, y de repente éramos 9 en la mesa de la cena. La casa era totalmente adorable, con unas vistas preciosas del pueblo, estábamos todos totalmente hipnotizados por el calor de la casa y el sentimiento familiar que nos rodeaba. Como éramos tantos, les propusimos que nos encargaríamos nosotros de la cena, andamos al súper más cercano y llenamos la cesta de pizzas y helado. Todo el mundo sabe que la noche de pizza es la mejor.

Cuando Hannah Maja se acostó y solo quedábamos los cuatro con Annika y su marido Gunnar, sacaron el típico pescado seco islandesas y algunas bebidas alcohólicas típicas para que las probásemos. El pescado no quise probarlo, solo el olor tan fuerte que desprendía te daba una idea del sabor. El alcohol lo probamos todos… Me esperaba lo peor, pero a pesar de estar muy fuerte no estaba tan mal… Después salimos al jardín un rato, y el cielo nos brindó con una maravilla que nos dejó  boquiabiertos y con los pelos de punta: la aurora boreal. Jamás en mi vida he visto algo así. Pude vislumbrarlas desde el autobús cuando llegué, ese fue el mejor día, luego en Thingvellir se dejaron ver, pero esa noche en la casa y en ese contexto fue increíble.

Sin embargo, no fueron las mejores. El mismo día que llegué hubo unas impresionantes de muchos colores que bailaban por todo el cielo. Fueron tan llamativas que salieron en las noticias en España, y algunos me preguntasteis si las había visto. Tristemente, esas no las pude ver en todo su esplendor, pero Theo y Teresa sí.

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Día 7: Akureyri

No nos molestamos demasiado en madrugar para poder desayunar con Annika, Gunnar y Hannah Maja antes de irse a sus trabajos y colegio. Además, ese día tampoco teníamos mucho que conducir, así que desayunamos todos juntos y nos despedimos, agradeciéndoles su hospitalidad.

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Con Annika y Gunnar

Por el camino, paramos en distintos sitios, uno de ellos siendo otras aguas termales, pero que optamos el meternos porque el agua no estaba tan caliente y hacía demasiado frío y viento fuera como para ponernos los trajes de baño.

Llegamos a Akureyri al medio día. Es la segunda ciudad más grande de Islandia y se considera la capital del norte. Es muy bonita, entre el mar y las montañas, con ese aire a pueblo que tienen todas las ciudades y localidades en Islandia. Para homenajear a Tiffany, decidimos comer en un restaurante. Encontramos uno en el centro (Akureyri Backpackers) que estaba bien de precio (cuando digo bien, digo 14€ el plato y no 25), que además tenía varias opciones para Teresa y para mi. También era un albergue, y el precio más bajo eran 30€ la noche. Dimos una vuelta, y decidimos ir a la zona del lago Myvatn, un poco más alejado y dejar eso cubierto, porque el día siguiente teníamos otro día largo en el coche y no queríamos retrasarnos.

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Paseando por Akureyri

Cogimos el coche y seguimos en dirección norte hacia Myvatn. Queríamos ver como eran las termas de allí, ya que no íbamos a ir al Blue Lagoon. La entrada eran casi 30€, así que pasamos del tema, y seguimos explorando. Pasamos por Goðafoss, una de las cascadas más espectaculares de Islandia y seguramente de Europa, y del mundo mundial y parte del extranjero. Es una sensación increíble estar tan cerca, poder tocar el agua, poder saltar si quisieses (y morir, seguramente). La piel de gallina. Además no había casi gente ¡era como tener nuestra propia cascada para explorar!

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Godafoss

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No daba casi nada de miedo estar ahí sentada…

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Cuando terminamos de alucinar y de recorrer cada recoveco posible, seguimos con nuestra ruta. Llegamos a Myvatn para ver los precios y ver como era por dentro. Algo tal que así:

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Aguas termales de Myvatn

El agua es de un color azul cremoso por el azufre y huele al correspondiente huevo duro podrido. La verdad es que nos hubiésemos metido, pero era bastante dinero y una no tiene fondos ilimitados. Pero si estáis pensando en ir a este o al Blue Lagoon, por lo que nos dijo la gente de allí, este es mucho más «natural». El otro está mucho más masificado a pesar de su alto precio. También el Blue Lagoon está al lado del aeropuerto, lo que lo hace muy conveniente, y es mucho más grande y creo que con la entrada te dan una cerveza. Aquí ya para gustos.

Nosotros seguimos con nuestro camino. Llegamos a Grjotagja, el nombre seguramente no os dirá nada, pero si sois fans de Juego de Tronos, recordaréis la escena en la que Ygritte y Jon Snow dan rienda suelta a su pasión en una cueva más allá del Muro…

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Cueva Grotagja

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¡¡LAS NUBES!!

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Encima de la cueva

Es algo difícil de encontrar, ni siquiera Google Maps sabe donde está, y nos dio mil vueltas antes de darnos cuenta, hay que estar un poco atentos a las señales y a la carretera. Hay un cartel fuera que dice que el baño está prohibido por las altas temperaturas del agua (unos 50ºC), metimos la mano para comprobar y efectivamente, estaba muy caliente. Pero creemos que el agua debe de variar según la actividad geotérmica, y que habrá días más fríos y días más calientes. Ese desde luego, uno no se podría haber metido y fingir que no sabéis nada como Jon Snow.

Cerca de allí están las fumarolas de Hverir, un paisaje que podría ser el escenario de cualquier película rodada en el espacio. Rodeadas de tonos ocres debido al azufre, las fumarolas destacan en la zona de Hverir. Nosotros fuimos cerca de las 7 de la tarde, y había una luz muy especial, como azulada y le daba un tono aun más de fuera de este planeta.

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Fumarolas de Hverir

De ahí volvimos a Akureyri a casa de nuestro nuevo anfitrión, también encontrado via couchsurfing, Jonas. Era taxista y conductor de autobús. Nos estuvo contando mil cosas de la política islandesa, y enseñando fotos de sus viajes por todo el país, también nos ayudó a elegir una ruta para el día siguiente, ya que decidimos no hacer el este del país por falta de tiempo…

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¡Con Jonas!

Día 8: Höfn

Madrugamos para poder ir relajados en el coche y llegar con tiempo. Nos despedimos de Jonas y le agradecimos el habernos acogido y nos pusimos en marcha. Por el camino pasamos por Dettifoss, otra de las impresionantes cascadas islandesas. Esta vez, con arcoiris incluido.

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Dettifoss

Seguimos con nuestro camino, parando de vez en cuando para estirar las piernas y flipar con los paisajes. Este viaje en coche también incluyo tramo de niebla TOTAL en el que no se veía nada y dio un poco de miedo… Por suerte, Theo se atrevía con todo y condujo con las peores condiciones climatológicas y de la carretera.

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Literalmente

Llegamos a Höfn por fin, dimos una vuelta por el pueblo, colocamos las tiendas en el camping y nos abastecimos de provisiones para celebrar nuestra última cena juntos los cuatro. Había una sala común que no cerraba, y la aprovechamos al máximo bebiendo el vodka que Tiff había traído. Decidimos cuál había sido nuestro top 3 del viaje, pero al día siguiente vimos un glaciar y eso moló infinito. Aun así como somos responsables nos acostamos relativamente pronto para aprovechar nuestro último día juntos.

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La última cena, en el camping de Höfn

Día 9: El glaciar Vatnajökull

Madrugamos con los pájaros y desayunamos. Teresa y yo tuvimos que organizar nuestras mochilas como si nos fuésemos ya, porque bueno, nos íbamos ya.

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Vatnajökull es el glaciar más grande (e impresionante) de toda Islandia y por lo que leímos el segundo más grande de Europa, y la verdad, me lo creo. Höfn está justo en la base, por lo que conducir en dirección sur  te ofrece unas vistas impresionantes de la lengua del glaciar. Fuimos al parque nacional del glaciar y fuimos a ver el glaciar Jökulsárlón, que es un lago glaciar y no hace falta que describa como fue. Las fotos hablan por sí solas aunque no le hacen justicia.

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Por supuesto me moría de ganas por meter la mano en el agua para comprobar su temperatura. Efectivamente, el agua del glaciar estaba fría, muy fría.

Un poco más adelante había una playa de arena negra que tenía trozos de hielo del glaciar, pero eran totalmente transparentes. Parecían esculturas de cristal que contrastaban con la arena de la playa.

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El glaciar Vatnajökull al fondo

Seguimos conduciendo hasta llegar a Vík, un pueblo en el sur, conocido por su playa de arena negra y una característica iglesia de tejado rojo en lo alto de una colina. Decidimos parar a comer ahí y pasar parte del día deambulando por la playa y el pueblo.

La siguiente parada fue la cascada Skogafoss, una de las más famosas, y que además ¡estaban rodando una escena de la serie Vikingos! Todo muy emocionante. Es súper chula, te puedes acercar un montón y prácticamente empaparte. También se puede subir y hacer una ruta por la parte de arriba. Luego visitamos Seljalandsfoss. TAAANTAS CASCADAS. Y cada cual a más emocionante a la anterior. Esta última tenía la particularidad de tener un camino habilitado para poder pasar por detrás.

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Skogafoss

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Seljalandsfoss desde atrás

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Nuestro camino se acercaba a su fin. Theo y Tiff iban a pasar la noche en Hella, mientras que Teresa y yo teníamos que volver a Reikiavik porque nuestros vuelos eran al día siguiente. Paramos antes del desvío para despedirnos. Nos fundimos en abrazos, palabras de cariño y promesas por cumplir, deseándonos lo mejor en la vida, un buen viaje y repitiendo lo bien que nos lo habíamos pasado.

Teresa y yo nos alejamos para situarnos mejor en la carretera. Volvíamos haciendo 14702305_10154581386164641_3612422840314653180_nautoestop. Estuvimos esperando unos 15 minutos y ya empezábamos a desesperar porque nadie nos recogía a pesar de la cantidad de coches que pasaban. Sobretodo gente sola en todoterreno. Con lo adorables que estábamos con el abrigo y la mochila, que parecíamos sherpas cutres… Al final, un coche nos hizo una seña, salimos corriendo emocionadísimas. Era un señor francés que también había estado viajando y que volvía a su casa al día siguiente. Nos dijo que el iba a Keflavik, le contestamos que genial, que ya nos buscaríamos allí la vida, sin embargo, se desvió y nos dejó en la puerta de Beni, nuestro anfitrión de couchsurfing. La gente puede ser TAN genial.

Esa noche fuimos a devolver mi esterilla, y luego dimos un paseo por el centro, despidiéndonos de esta ciudad tan particular. Cenamos en un pequeño restaurante y volvimos siguiendo el paseo marítimo.

Día 10: Vuelta a casa

Teresa se levantó sobre las 5 para coger su vuelo a las 10 de la mañana. Me desperté cuando iba a salir por la puerta y nos despedimos en un abrazo de oso. Seguí durmiendo hasta las 9, y luego Beni me acercó en coche al centro porque me quedé con ganas de subir a la torre de la Hallgrímskirkja. La entrada son 900 ISK, pero no te piden en ningún momento el ticket. Así que podéis ahorrároslo.

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Reykiavik desde la Hallgrímskirkja

De ahí fui directamente a la estación de autobuses (unos 10 minutos a pie), y cogí el autobús que salía  hacia el aeropuerto en ese momento. Tenía un día muy largo por delante para reflexionar en el viaje y hacer balance.

***

Mirando atrás, me siento orgullosa de mi de haber comprado un billete sin saber qué tipo de viaje iba a hacer ni de como me las apañaría. La verdad, es que creo que este viaje sola, no habría tenido el encanto que ha tenido, aunque soy consciente de la suerte que he tenido al llevarme bien con desconocidos y encajar en prácticamente todo, se que sin ellos me hubiese perdido muchas cosas y gracias a ellos he tenido uno de los mejores viajes de mi vida. Hemos pasado diez días estando cada minuto del día juntos y encerrados en un coche enano. Podría haber salido muy mal. Pero ha sido una experiencia increíble que ojalá me hubiese atrevido a hacer antes. Desde luego ha abierto una puerta que no se a donde da, pero me muero de ganas de averiguarlo.

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Thank you Teresa, Theo and Tiffany for being amazing travel companions and adventure mates, you have been the cherry on top, top notch and wildly incredible ❤

 

****LEE LA PARTE 1 DEL VIAJE****

¡10 días en ISLANDIA! (Parte 1)

Esta es la primera parte las entradas del viaje a Islandia. Reikiavik – Snæfellsnes

Por fin tengo tiempo para contaros mi último viaje, pero después de volver de Roma estuve preparando el viaje, luego estuve en el viaje y esta semana trabajando muchísimo, y ya he podido sentarme durante más de una hora con un buen y gran café.

Tenía muchísimas ganas de ir a Islandia, me llamaba tanto la atención que no podía ignorar a mi mente. Un día decidí hacerlo y me compré los billetes después de investigar precios. Además, llevaba tiempo queriendo hacer algo así. Comprar unos billetes sola y ver que pasa luego. Podía haber salido muy mal, pero no podía haber pedido un viaje mejor.

***

Islandia es muy caro, pero hay maneras de hacerlo asequible. Solamente hay que sacrificar algunos lujos o cosas a las que estamos acostumbrados en el día a día (¿de verdad necesitamos ducharnos cada día?). De todas formas, si queréis puedo hacer otra entrada haciendo un desglose general de los gastos para que veáis que no es tan difícil viajar a Islandia sin hipotecar hasta los calcetines (de 10 noches, he pagado 4).

Yo me iba sola desde España, pero una vez llegué no estuve sola ni un momento. Antes de irme, me metía mucho en couchsurfing para ver si encontraba alguien que me acogiese las primeras y la última noche, y de pasó ver si había alguna quedada. Una de las veces vi un foro de un tal Theo, de Wisconsin, que iba a ir las mismas fechas  y se ofrecía a repartir gastos de coche de alquiler. Le contesté y empezamos a planear el viaje. Poco después contestó Teresa, una chica portuguesa, y la incluimos en el plan ¡Y de repente éramos 4 en el coche! Tiffany y Theo, Teresa y yo. Así que les conocí cuando llegué, pero me fui sin tener idea de como serían. Conocí a Theo al llegar, a Teresa al día siguiente y a Tiffany unos días más tarde…

Mi vuelo directo salía de Barcelona (79€), ya que de Madrid no había nada y eran todos por encima de 350€. Así que ya que tenía que hacer escala de todas formas, decidí hacerla yo. Cogí un ALSA a Barcelona (10€) y volé desde allí. Eso sí, un día larguísimo, ya que a Barcelona llegué a las 3 de la tarde, y mi vuelo era a las 11 de la noche, pero bueno (¡gracias Albert por hacerme compañía todo el día!), una apechuga con lo que le toca.

Llegué al aeropuerto de Keflavik a la 1:30 de la mañana. Compré el billete del autobús que va a Reikiavik al comprar los vuelos porque no sabía como sería el ir hasta la capital. De todas formas, es mejor comprarlo con los vuelos porque es más barato (14€ en lugar de 20 si lo haces desde la página oficial de Flybus, como aprendí más adelante). Al final, no llegué a la estación de autobuses hasta casi las 3 de la mañana, pero vino Theo a buscarme en nuestro cochecito (mucho más pequeño de lo que imaginábamos, un Hyundai i10), y fuimos al airbnb que alquilamos para la primera noche. Apenas pudimos intercambiar 10 palabras, entre ellas la presentación, porque yo estaba muerta y solo pensaba en dormir…

Día 1: Parque Nacional de Þingvellir 

Empecé el día genial olvidándome el móvil en el apartamento ¿Qué mejor manera de empezar un viaje de dejándote el móvil en algún lugar? No pasaba nada porque íbamos a volver a Reikiavik en unos días, pero vaya tela… En fin. Antes de ponernos en marcha, pasamos a recoger la esterilla que alquilé porque no me cabía en la maleta. Yo lo hice con Iceland Camping Equipment.

De ahí recogimos a Teresa, y pusimos rumbo al Parque Nacional de Þingvellir (pronunciado como Thingvellir). Está a unos 40 minutos de Reikiavik así que en seguida llegamos allí. Lo primero que hicimos fue ir a la fisura Silfra. Es una fisura que pertenece al borde divergente entre las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia. Pero no nos quedamos fuera, sino que hicimos snorkel entre las dos placas tectónicas. Fue una absoluta pasada. Sin duda, está en el top 3 del viaje. Lo contratamos con Dive.is, y sí es caro (145€), pero fue mi caprichazo al estar renunciando a ir al Blue Lagoon o comer en condiciones por ejemplo (ja, ja…), y cada euro mereció la pena.

Nos pusimos unos trajes secos como los que tenía que llevar en Reino Unido cuando buceaba allí. El agua estaba a unos 2º, y cuando salimos teníamos los labios mega hinchados jajaja. Era como convertirse en Scarlett Johansson durante unos minutos, así que supongo que los sueños sí que se hacen realidad.

Después de  salir del agua y quitarnos el traje ese incomodísimo, nos dieron galletas y chocolate caliente que nos sentó tan bien que no queríamos movernos. Estuvimos hablando con los guías un buen rato, hasta que conseguimos levantarnos ya que todavía quedaba un día entero por delante.

Fuimos al camping a montar las tiendas y dejar eso ya organizado. El camping de Þingvellir fue el más caro y además no tiene unos servicios muy buenos. La conclusión que sacamos es que es de los más turísticos y se aprovechan de la situación. Porque los otros campings tenían muchas más cosas y eran mucho más agradables y eran más baratos…

El resto del día estuvimos explorando el parque, vimos la cascada Öxarárfoss (Fun fact: Foss en islandés significa cascada), y simplemente andando por todas partes y visitando Laugarvatn, un pequeño pueblo de la zona.  Volvimos al camping a cenar y no tenían cocina ni nosotros camping gas (alquilad, o llevad un camping gas, lo agradeceréis. Fue uno de nuestros fallos),  y Theo se propuso hacer un fuego en el grill. De hecho, se convirtió en una especie de reto personal. Cuando lo consiguió, pudimos calentar unas latas de baked beanz y no os imagináis lo contentos que estábamos por tener una comida caliente, aunque fuesen judías en latas.

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Öxarárfoss

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Felices con nuestras judías

Y así se acabó mi primer día en Islandia con completos desconocidos que para cuando nos acostamos, y después de una botella de Jack Daniels ya sentía que les conocía de toda una vida.

Por la noche en la tienda hizo muchísimo frío, los deditos de los pies los tenía helados y dormí fatal y súper incómoda, y en cuanto vi que había luz fuera salí de la tienda que compartía con Teresa porque me estaba agobiando. Cual fue mi sorpresa al salir y ver que ¡había helado! Todo el césped estaba blanco… Me preocupé porque pretendíamos acampar todos los días y empecé a pensar que no lo iba a aguantar, pero las cosas mejoraron.

Día 2: El Círculo Dorado

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Dejamos las tiendas montadas, porque íbamos a dormir ahí otra noche, pero no pagamos porque nos pareció tan caro para lo que ofrecía que nos negamos. Decidimos que solo pagaríamos si viniese alguien del camping. Así que después de desayunar, nos montamos en el coche y realizamos la ruta del Círculo Dorado.

Son unos 300kms, y se puede hacer en el tiempo que uno quiera. Depende de cuántas paradas queráis hacer se puede hacer en 4 o en 10 horas. Nosotros estuvimos todo el día porque no teníamos prisa y queríamos pasar tiempo fuera del coche. Þingvellir está dentro de esta carretera, así que seguimos con Haukadalur y los géiseres. Hay dos; Strokkur y Geysir. De hecho la palabra géiser, viene del nombre del segundo. Aquí había bastantes turistas, pero la verdad que el ver las erupciones es alucinante. Subir la montaña que está justo detrás es genial para alejarse un poco de tanto turista y disfrutar de unas vistas que quitan el aliento.

Seguimos conduciendo,  nos encontramos a unos caballos islandeses que parecía que querían unos mimos, y claro, no pudimos resistirnos. Son bajitos y tienen mucho pelo y además son adorables. Yo tuve que acariciarlos a todos. No pudo ser de otra manera.

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La mujer que susurraba a los caballos

El siguiente punto fue la cascada Gullfoss, que es enorme y alucinante todo al mismo tiempo y yo no veía una cascada así de cerca desde hacia años. Se puede andar por encima y también hay un camino habilitado casi pegado a la cascada, así que un buen chubasquero y botas que protejan los pies del agua son ideales.

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Gullfoss

El último sitio que visitamos del Círculo Dorado, fue el cráter Kerið. Un antiguo cráter volcánico que ahora es un lago. Es muy chulo y el agua es muy azul, pero hay que pagar 400 ISK para entrar (casi 4€), y es solo dar una vuelta al cráter y bajar al agua. Lo pagamos igualmente, pero nos hubiésemos quedado igual sin haberlo visitado, la verdad.

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Esta noche para mantener los pies calientes, Teresa había leído que las bolsas de plástico ayudaban a mantener el calor. Así que metimos los pies en bolsitas como de frutería, y encima unos calcetines normales y encima los gordos de la lana. Theo recurrió a un método menos ortodoxo… Con el fuego de la cena, calentó las piedras del grill y metió una enrollada en una toalla en el fondo del saco. Los dos métodos funcionaron, y aunque la piedra fuese muy gustosita, las bolsas fueron muy prácticas.

Día 3: De vuelta en Reykiavik 

Nos despertamos de buenísimo humor porque esa noche dormiríamos en una cama en una casa. De camino a Reikiavik, pasamos por Hveragerði, un pequeño pueblo que está al lado de una zona geotérmica y volcánica. Empezamos a andar por la montaña, y alrededor hay fumarolas con agua a unos 100ºC. Al cabo de unos 3kms, hay un río de agua termal, en el que te puedes bañar, y no podíamos dejar pasar la oportunidad de sumergirnos en agua caliente en mitad de la montaña.

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Me podría haber quedado a vivir en ese agua tan fantástica. Pero el deber nos llamaba y pusimos rumbo a Reikiavik. Teníamos un airbnb reservado bastante cerca del centro, y teníamos muchísimas ganas de comer algo que no fuesen judías en lata. En el piso había un chico de Minnesota, Justin, que estaba ahí para estudiar las rocas volcánicas , hizo la comida con nosotros y luego salimos todos juntos por Reikiavik.

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Hallgrímskirkja, la iglesia luterana en Reykiavik

Al parecer la vida nocturna de la ciudad es bastante famosa por ser «salvaje», lo que pasa es que a 13€ la copa, pues no pudimos dejarnos llevar mucho. Entramos en un bar muy chulo que estaba hasta arriba, conseguimos una mesa y pedimos una copa. Pagamos una y no más. Bueno que en realidad lo que pusieron de ginebra fue un dedo, así que 13€ por un vaso de tónica. Luego fuimos a otro, que por fuera parecía una casa, pero dentro todo el mundo estaba bailando, música muy electrónica y la gente bailaba como hipnotizada y dejando que la música fluyese por todas partes.

Día 4: La península Snæfellsnes

Remoloneamos un poquito más por la mañana, aprovechando nuestra cama, en la que habíamos dormido los tres, el enorme edredón blanco y las mullidas almohadas. Ya que no sabíamos donde dormiríamos esa noche, pero seguramente no estaríamos tan calentitos y mullidos.

Nos despedimos de Justin y nos dirigimos hacia la península de Snæfellsnes. Un día largo en el coche pero alucinando con las vistas. Por el camino paramos en varios sitios, uno de ellos una playa en la que había focas. Las vimos desde la arena pero estaban en el agua jugando y siendo adorables. img_0441

Pasamos por los campos de lava del volcán Grábrók, y  Snæfellsjökull, que es el volcán que describe Julio Verne en Viaje al centro de la Tierra (Fun fact: jökull in islandés significa glaciar).

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En el campo de lava

Finalmente llegamos a Kirkjufell, en Grundarfjörður, al final casi de la península, ya que el camping estaba ahí.

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Kirkjufell

Sin embargo, esa noche no dormimos en el camping. Conduciendo nos dimos cuenta que de vez en cuando en los lados había casetas como abandonadas, y nos preguntábamos para que serían. En una de ellas decidimos parar y entrar a husmear. Era toda de madera, había una mesa, dos bancos y una escalerita que daba a una zona como para dormir, o eso asumimos. El viento huracanado de fuera, y la gran posibilidad de lluvia nos hizo tenerlo claro.

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Cogimos las cosas del coche y lo metimos todo. Ya era bastante tarde, así que cenamos pan, y mas judías calentadas en un fuego que hizo Theo, y después de un rato nos fuimos a dormir. Los pros fueron que estuvimos protegidos del viento (las paredes temblaban), un poco del frío, pero seguía haciendo mucho frío, y que fue gratis. Los contras, que el suelo era duro y no había agua ni electricidad, claro. Pasamos una noche regulera, con el viento y la lluvia que sonaban atronadoras, yo agradecía tanto estar bajo paredes de verdad y no en una tienda de campaña, pero aun así no pude evitar sentir el frío y la incomodidad del suelo a pesar de la esterilla.

Al día siguiente, Teresa nos dijo que durante toda la noche pensaba que por el viento, el coche iba a salir volando y que no se quedó tranquila hasta que salió el sol y vio el coche por la mañana.

Lo más emocionante fue el haber dormido en una cabaña en mitad de Islandia que estaba abandonada, pero hecha para excursionistas y viajeros. Dentro había un mapa de Islandia donde la gente había dejado mensajes del estilo «Rick y Roxy de Francia estuvieron aquí en el 2015».

Aquí el vídeo de la primera parte:

Continuará…

***LEE LA PARTE 2 DEL VIAJE***