Ecuador

Vegetariana recorriendo Sudamérica ¿se puede?

Cinco meses y medio después de viaje y de haber pasado por Ecuador, Colombia y ahora (estando en) Perú puedo hablar del tema del vegetaranismo con seguridad. Parece que en Sudamérica y Latinoamérica en general se come muchísima carne, o por lo menos es lo que ocurre en estos tres países (aunque la gente que he conocido de Argentina también me han confirmado este hecho). Además, la comen para desayunar, comer y cenar, prácticamente todos los días de la semana, por lo que a simple vista, puede parecer algo complicado el viajar siendo vegetariana o vegana, pero nada es imposible. Solo se necesita convicción, ganas y saber dónde buscar.

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Frijoles, arroz blanco, ensalada y una sencilla y feliz hamburguesa de quinua con zanahora (Baños, Ecuador)

Dejé la carne y la leche de vaca hace unos tres años, el pescado hace uno y estuve unos meses intentando evitar cualquier producto que viniese de animales, otros derivados lácteos y demás. En casa, obviamente, todo es más fácil y no resulta complicado el saber qué nutrientes comes y como suplir lo que no dan los productos animales. Sin embargo, viajando he tenido que claudicar en algunos aspectos. Sudamérica es desde luego un desafío, pero se puede hacer sin morir en el intento. Voy a contaros mi experiencia, pero espero no ofender a nadie, ni de un lado ni del otro. Es un tema muy personal y ni yo juzgo a nadie, y espero que nadie me juzgue.

Pero vamos al lío; aquí (Ecuador, Colombia y Perú), al menú del día lo llaman almuerzo. Cuesta entre 1 y 4€ aprox. Suele consistir en una sopa de primero, y de segundo; arroz, frijoles, algo de ensalada, a veces yuca o patacones (plátano frito más o menos) y carne. Hasta ahora, normalmente, pregunto de qué es la sopa, hay veces que hay suerte y es de vegetales o tubérculos y otras que es de carne. Si no se ha cocinado con carne, pregunto si en el segundo plato pueden servirme el plato normal, pero sin la proteína. Casi no he tenido ningún problema para que no me pongan la carne, y en su lugar, sirven más patacones, aguacate o algo así. Otras veces, sin preguntar, pondrán un huevo frito. Yo he vuelto a tomar huevo, pero si no queréis; especificad antes que tampoco tomáis eso.

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Un menú en un restaurante vegetariano (Guayaquil, Ecuador)

En general, en la mayoría de hostales para mochileros hay cocina relativamente bien equipada, y aunque no se consuman muchas verduras, en los mercados locales abundan a precios muy baratos, por lo que podéis cocinar sin problema. Los frijoles se venden a granel. Obviamente, si cocináis no tendréis ningún problema, pero sí que es más difícil encontrar sustitutos de la carne como tofu o seitan… Igual en las tiendas naturistas (herbolarios de toda la vida), pero serán algo caros. Aunque no temáis, pues la quinua, la chía y la linaza se encuentran súper fácilmente y a unos precios que harán que queráis llevaros todas a España. Pero los frutos secos son caretes, excepto los cacahuetes (yo hago mi propia mantequilla de cacahuete y está híper rica, sin químicos ni aceite de palma).

Otra cosa cara; las leches vegetales. En Colombia a veces tenían el litro de leche de soja por unos 3€, pero no es lo normal, y de todas formas, no suele compensar, ya que nunca pasas el suficiente tiempo en un mismo sitio como para acabarla, y se pone mala por el camino. Si me quedo una semana o más, suelo comprarla. Pero la verdad es que ya me he acostumbrado a tomar el café solo (el tinto que llaman en Colombia) y los copos avena los cocino en agua en vez de leche. Sin embargo, la panela (o caña de azúcar) es muy barata, por lo que es un buen momento de dejar el azúcar refinado por algo más natural. Pero bueno, siempre podéis hacer vosotros la leche con avena, almendras, alpiste, o lo que sea. En Perú, encontré leche de soja enlatada a un precio muy normal. Me emocioné tanto que la compré sin pensar. Luego, al leer los ingredientes, casi me da algo de la cantidad de azúcar blanco que llevaba.

Os hartaréis (o no, en realidad, yo nunca podría hartarme) de tanta fruta. Hay muchísimas, o sea solo el plátano tiene como mil variedades. Por ejemplo; hay un plátano que es más grande y ese no se considera fruta, se cocina, y se divide en guineo, maduro y verde, depende de su grado de madurez. Los maduros son más dulces. El “normal”, aquí lo llaman banano, y los hay enanos que son muy dulces y otros rosas. Yo flipo. Papaya todos los días. Y qué papayas. Unas chirimoyas del tamaño de todo el continente (las grandotas se llaman guanábanas). Hay tomates de árbol (sí, el que le puso el nombre se lució), y lulos que hacen los mejores jugos después del maracuyá. Y una de mis favoritas, las granadillas. Las enseño en el vídeo de San Andrés. DELICIOSAS. Ah, y las naranjas son verdes y no se llaman verdes (no me matéis, je). Con todas estas frutas, se pueden hacer infinidad jugos y los que venden en la calle son entre 1 y 3€, pero acordaros de decir “sin azúcar”, porque le ponen muchísimo.

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Jugo de durazno (Guayaquil, Ecuador)

El queso también lo usan muchísimo, pero no hay queso como el queso Europeo, así que se puede vivir sin él sin problema, pero cuidado con el pan, porque, sobretodo en Colombia, casi todo está relleno de queso. Los buñuelos, hay empanadas, el pandebono, las almojábanas, etc. Por supuesto todo frito y súper sano. En Colombia y Ecuador también le ponen queso al chocolate caliente, pero solo si lo pedís expresamente.

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Almojábanas  (Chía, Colombia)

Un tema interesante es el de la ganadería; se ve mucha ganadería pequeña. Familias que crían ellos sus vacas, chanchos y gallinas, consumen de sus animales y lo que sobra lo venden en los mercados locales o a los vecinos, por lo que es muy distinto, ya que solo se cría lo que se consume. En la comunidad en la que nos quedamos en la selva, pescaban mucho porque no tenían ganado, pero solo pescaban lo que iban a comer en el día. Allí me ofrecieron y me lo pensé, pero en realidad no quería comer un animal aunque hubiese sido conseguido de forma sostenible y responsable.

Creo que no es tan difícil si os buscáis un poco la vida. Comer fuera a veces puede ser un poco pesado, ya que no siempre te hacen el apaño, y veces que ni se les ocurre y te preguntan “¿vegetariano? ¿como qué?”. Importante señalar que digáis siempre vegetariano, o especifiquéis todos los tipos de carne, porque a veces solo llaman carne al res y al cerdo, pero no al pollo o pescado. Lo mejor es la aplicación Happy Cow, en más de una ocasión me ha salvado y hay veces que hay sitios donde menos te lo esperas. En Colombia por ejemplo, hay una comunidad muy grande de Hare Krisnas y tienen restaurantes repartidos por todo el país. Y bueno, si cocináis vosotros, pues ningún problema.

Puedo colgar alguna recetilla también si queréis 🙂

Y si todo lo demás falla, siempre quedarán las humitas ❤

 

¡Hasta la próxima!

Está bien sentirte mal

Acababa de llegar a Bogotá, al terminal de autobuses tras más de 8 horas de viaje. Tenía un camino bastante largo hasta llegar a la casa de mi tío, con quien me estoy quedando un par de días. En la oficina de turismo pregunté como llegar, ya que estaba sin datos y no podía usar Google Maps. Me dio tres alternativas; coger un taxi o Uber, usar el Transmilenio o un (o varios) autobús urbano normal. Pues llamadme idiota, pero me decanté por el bus urbano, ya que los taxi son caros y no quería comprar otra tarjeta para el Transmilenio.

Salí del terminal, y me quedé parada porque aunque me acabasen de explicar el camino, me di cuenta que en realidad no me había enterado. Pregunté a dos personas que no me supieron indicar. A la tercera fue la vencida, pero yo ya me encontraba intranquila. Al llegar a la parada, pregunté si esa era la correcta y me respondieron con un «lo siento, no soy de aquí». En seguida vi uno de los autobuses que podía tomar; resultó que también se necesitaba la tarjeta. Le rogué al conductor en vano, y luego a los otros pasajeros que me pasasen con sus tarjetas y les daba el dinero en efectivo. Nada.

Las lágrimas ya se agolpaban por salir, pero me dije «no seas idiota, cojes el próximo». Apareció uno que me dejaba en un punto en el que tenía que cambiar, pero no quería esperar más y me subí. Al cabo de un rato, pregunté al chico sentado a mi lado si estábamos cerca del centro comercial en el que tenía que bajar.

-No lo sé, no me muevo mucho en bus.

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En ese punto mi cara ardía con lágrimas contenidas. Intentando aguantarme para no romper a llorar en ese pequeño autobús y sientiéndome más sola que nunca. Entonces una mano me dio un toque en el hombro. El hombre de detrás me preguntó dónde me tenía que bajar. Se lo dije y me explicó exactamente dónde y como cambiar de autobús. Me las apañé para coger el bueno y en la buena dirección, sin embargo, me pasé de parada. Bajé corriendo confusa y ahí exploté. Me senté en un banco y dejé que todo saliese. Lloré y lloré como una magdalena. No podía parar.

Me di cuenta de que echaba muchas cosas de menos; principalmente mi hogar, con todo lo que tiene dentro, el conocer bien una ciudad, o el  no sentirme insegura sola por la noche. Estaba estresada y cansada. De viajar, de llevar toda mi vida en una mochila de 44 litros, de moverme continuamente, de no tener las cosas que hacen que me sienta bien y segura…  En fin, colapsé, en mitad de una calle de Bogotá a las 8 de la noche y no sabía qué hacer. Tras cuatro meses y medio de viaje, me dio el bajón de la nostalgia. Siempre que he salido de viaje, me ha pasado en algún momento. Claro que nunca había viajado tanto tiempo, y si he pasado más tiempo fuera de casa estaba con una familia de acogida o con amigos y compañeros de piso con los que podía contar. Sin embargo, ahora estaba sola, y me sentía sola.

A esto se añadió el hecho de sentirme terriblemente egoísta por estar en esa situación cuando estoy haciendo algo que tanta gente se muere por hacer. Viajar durante meses, sin billete de vuelta, viviendo experiencias que en casa no podría ni pensar, conociendo gente interesantísima, y aun así, ahí estaba yo; moqueando y sientiendome miserable.

Me quedé un rato ahí sentada hasta que me calmé. Recordé entonces un artículo que leí hace tiempo sobre el tema. Es completamente normal sentirse así; por mucho que estés haciendo algo con lo que llevas soñando años, estás lejos de tu hogar y es posible que el viaje se vuelva un poco monótono. A veces se hace duro no tener una habitación para ti, o la falta de intimidad, los viajes en autobús son largos y tediosos, y te hacen pensar en cosas que igual no te apetece pensar.

Viajar sola es una montaña rusa; hay veces que te encantaría tener a tu pareja o amigos porque sabes que las risas están aseguradas y la morriña se hace hueco en el corazón cuando ves a la gente con los suyos, sin embargo es realmente empoderador el estar sola y tener la libertad de ser tú quien toma todas las decisiones sin recaer en nadie, no dependes de nadie. Y eso es lo que hizo que me recompusiese. Estoy aquí porque quiero, y soy consiente de lo privilegiada que soy por poder hacerlo y quizás también por tener este ansia por viajar y ser curiosa.

Puedo volver a casa cuando quiera… Pero no estoy lista aun. Me queda mucho camino por recorrer, y siempre voy a tener un hogar al que volver, lo cual es enormemente reconfortante. Puedo seguir unos meses más durmiendo en casas ajenas, hamacas y lo que surja. Es parte de la magia de viajar.

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¡Hasta la próxima!

Dos meses en Ecuador

Esto de llevar el blog al día se me da peor de lo que pensaba… Pero bueno, he decidido cambiar el ritmo e ir escribiendo las cosas como me apetezcan en lugar de en orden, porque yo ya estoy en Colombia y de Ecuador aun quedan muchas entradas…

A estas alturas ya debéis saber que hemos pasado dos meses recorriendo todo Ecuador, y aun así se nos ha hecho corto. Sin embargo, antes de embarcarnos en esta aventura, mucha gente se extrañaba «¿Ecuador? ¿Pero qué hay ahí?», «¿Por qué no vais a Perú?» y un largo etcétera. Es un país que pasa totalmente desapercibido, incluso la gente de allí es consciente. En Quito, nuestros anfitriones de couchsurfing nos dijeron que que bueno que hubiésemos decidido ir a Ecuador directamente, porque por lo general es un país al que se va de paso y la gente no le dedica demasiado tiempo.

Sin embargo, Ecuador es una verdadera joya que nosotras recomendamos completamente. No me importaría volver porque en todos los sentidos nos ha cautivado (palabrita). Cada sitio tiene su encanto y hay una variedad enorme; tan pronto estás en una playa como la de los Frailes, como en una jungla llena de monos, como en un volcán nevado o en una ciudad como Quito o Guayaquil, que en nada se parecen.

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El recorrido que nosotras hicimos es bastante completo, y aun así no pudimos ver ni el sur ni el norte, pero para que os hagáis una idea, nosotras hicimos lo siguiente:

Guayaquil (2 días): Me hubiese gustado pasar algo más porque hay muchísimo que hacer, pero el calor es aplastante e incómodo. Hay un parque con iguanas (!!!!), para tener las mejores vistas, sin duda subid a Las Peñas. Se puede recorrer el Malecón, e incluso cruzar el río hasta una especie de isleta.

Manta/Santa Marianita (3 semanas): Nos quedamos tanto por el voluntariado, está bien para unos días pero no os quedéis demasiado. sin embargo, los alrededores merecen más la pena.

Puerto López (2 días): El pueblo no tiene mucho más allá de la playa, pero hay mil actividades y la playa de Los Frailes es una absoluta pasada.

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De excursión a Los Frailes

Ayampe (1 día): Perfecto si te gusta el yoga y la meditación. Un poco aburrido si no, no hay mucho que hacer y es bastante caro.

Montañita (2 días): El sitio playero de fiesta por excelencia. Muy turístico y con ese aire de fiesta tipo Benidorm/Magaluf. Si te gusta eso, este es tu sitio ¡También es genial para el surf!

Cuenca (5 días): Nuestro favorito por excelencia. Toda la ciudad es preciosa, hay tantas cosas que ver y que hacer, además de el Parque Nacional de Cajas e incluso las ruinas de Ingapirca, si no os importa pasaros medio día en un autobús.

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¡Intentando saltar en el Chimborazo nevado!

-Alausí, Riobamba y Ambato (1 día en cada uno): En Alausí está la famosa Nariz del Diablo, lo cual podéis hacer andando en lugar de en tren y ahorraros 30$ (las vistas son una pasada, merece la pena darse el paseo). En Riobamba está el volcán Chimborazo, que es increíble y depende de los planes que tengáis podéis dedicarle más o menos tiempo. Ambato fue un sitio de paso antes de Baños, pero llegamos en plena Fiesta de las Flores y las Frutas y estaba todo precioso.

-Baños (4 días): Pretendíamos quedarnos más pero por circunstancias del destino, solo pasamos 3 noches. Hay un montón de actividades y de deportes de riesgo; canopy, rafting, torrentoso, puenting… Se come maravillosamente y el ambiente en la ciudad es muy relajante. Eso sí, es mega turístico. Nosotras fuimos al columpio del fin del mundo y alquilamos unas bicis para hacer la ruta de las cascadas (¡recomendables los dos!).

El Oriente (4 días): Entre Puyo y Tena pasamos unos 4 días y 3 noches. Puyo es la puerta a la amazonía, y aunque el pueblo no ofrezca demasiado, hay muchos tours para hacer por el amazonas y lo mismo en Tena. Nos falló un voluntariado en pleno amazonas y tuvimos que improvisar un poco. Todo depende del presupuesto y del tiempo que queráis pasar en la jungla.

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Columpio del fin del mundo en Baños

Latacunga (3 días): El hogar de dos de los principales volcanes de Ecuador, el Cotopaxi y el Quilotoa (que ahora el cráter es una laguna que ha obtenido un fuerte color verdoso debido a los minerales del fondo). Nosotras fuimos al mercado de Saquisilí (creo recordar que son los sábados), un pueblo cercano, y al Quilotoa. El Cotopaxi se nos salía del presupuesto, pero al parecer los tours están muy bien y sale más barato, para variar.

Mindo (3 días): Es precioso. Está a unas dos horas/dos horas y media de Quito hacia el norte y hay autobuses que te dejan en la entrada. Aviso que desde la carretera principal al pueblo hay unos 7kms. Hay que esperar a otro autobús. Nosotras no lo sabíamos y anduvimos una buena parte, hasta que un buen hombre nos recogió. Es bastante turístico, pero porque hay extranjeros residiendo allí más que viajando. Se pueden comprar artesanías, hay muchísimos restaurantes con opciones vegetarianas, tours para aprender sobre el chocolate, un mariposario y más cosas, así que no os vais a aburrir.

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En la laguna del volcán Quilotoa

-Quito (10 días): Sí, es mucho, pero la verdad es que necesitábamos bajar el ritmo de viaje y quedarnos en un sitio unos días. En Quito hay muchísimas cosas, pero muchas dependen del tiempo, el cual varía mucho. El free walking tour es indispensable. Para unas vistas impresionantes; El Panecillo (una estatua de la virgen María con alas, regalo de los españoles, por cierto), o subir a la torre de la Basílica (si tenéis vertigo, puede que sea difícil, para mi lo fue…), o coger el teleférico para el volcán Pichincha (el cual no pudimos hacer por la niebla). Los sábados hay un mercado en Otavalo, a unas dos horas que al parecer está muy muy bien, aunque no  pudimos comprobarlo, pero eso es otra historia. Y por supuesto, en Ecuador está el Ecuador; la Mitad del Mundo.

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Monumento a la Mitad del Mundo

Desde luego, en Ecuador no os vais a aburrir y tampoco vais a gastar un dineral. Por lo general, los almuerzos (menús del día) varían entre los 2 y 3,50$. El hospedaje puede estar entre los 5 y los 12,50$ la noche (12,50 ha sido lo que más pagamos y porque era carnaval). Y en general, las actividades turísticas son asequibles. Moverse es super fácil, todo se hace en autobús, y está todo bastante bien conectado, no hace falta reservar nada, simplemente llegas a la terminal terrestre (estación de autobús) del sitio, y por ahí preguntas. Además, es bastante barato también. La gente siempre está dispuesta a ayudarte, ya sea para encontrar alojamiento, ayudarte con alguna dirección o simplemente darte conversación en el autobús.

Si estáis planeando las próximas vacaciones, Ecuador es un destino más que ideal 🙂 Le hemos cogido muchísimo cariño ❤ Para saber más sobre la comida de Ecuador, echadle un vistazo a la sección del blog de Masticando Madrid, allí Ana cuenta todo lo que queráis saber ¡incluidas recomendaciones en cada ciudad!

Aquí podéis ver el último vídeo, Quito:

 

¡Hasta la próxima!

Cuenca, Ecuador.

Por fin, por fin, por fin, por fin dejábamos la playa. Sí, ya se lo que estáis pensando, pero después de un mes, no podíamos aguantar más el calor sofocante de la costa, y aun menos a los mosquitos. El siguiente destino; Cuenca. Al principio nos sonaba rarísimo hablar de Cuenca y que no fuese España, pero a estas alturas ya ningún nombre nos asombra.

Llegamos bien entrada la noche, pero no era muy importante porque nuestro anfitrión de Couchsurfing salía del trabajo a las 11. Tuvimos que hacer transbordo en Guayaquil, y nos pasamos a visitar a Kevin un ratito. Pero eso significó que se nos hizo de noche, y la carretera se las traía…  Al parecer íbamos cruzando las montañas del Parque Nacional de Cajas y era noche cerrada… Fantástico.

Cuenca ha sido hands down, nuestra parada favorita. Entonces no lo sabíamos pero todo lo que tiene esta ciudad que ofrecer es pura magia. El primer día salimos a explorar con Felipe, mientras nos hablaba del pasado colonial. Paseamos por la Catedral Nueva, y la de San Blas, que era la iglesia que señalaba el fin de la ciudad, bajamos al río y deambulamos portada rincón. Conocimos a los amigos de Felipe y por la noche subimos al Turi, un mirador desde el que se ve toda la ciudad.

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Jonnathan y Ana en la Catedral

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Desde el Turi

Por la noche, fuimos a tomar, como dicen aquí en lugar de beber. Había que aprovechar porque el fin de semana había ley seca por las elecciones. Al parecer, mucha gente votaba borracha por lo que ahora el fin de semana de elecciones está prohibido beber y comprar alcohol. SI ERES MI MADRE DEJA DE LEER A PARTIR DE AQUÍ. NO HAY NADA QUE VER. Probamos un brebaje terrible, Ferrari, lo llaman. El horror. El nombre viene a que en seguida te pillas una buena coroza. Te lo sirven en una copa como de daiquiri y lo llenan de no se qué alcoholes, también en otros dos vasos de chupito largo, ponen otros dos licores. Lo flamean, metes la pajita (o el sorbete) y te lo bebes de una tirada mientras la camarera lo va rellenando con los vasos de chupito. Os lo podéis imaginar.

Parque Nacional de Cajas

Nos levantamos con chuchaqui (resaca), pero como buenas turistas que somos, apechugamos y pusimos rumbo al Parque Nacional de Cajas, y dejadme que os diga que mereció la pena. Sin embargo, en ese momento, nos dábamos cuenta de que, efectivamente, la temperatura de la costa no se veía por ninguna parte, y con solo unos leggings, pero todas las capas posibles puestas nos arrepentimos de no haber planeado mejor para las temperaturas frías.

Debido al tiempo (niebla y lluvia), no nos dejaron hacer mucho más que rodear la Laguna Toreadora, pero aunque solo se pueda hacer eso, parece otro mundo. Allí, además, probamos el logro de papa; una especie de puré con papas, queso, aguacate y no se que más pero que nos calentó hasta el alma y estaba realmente delicioso.

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Locro de papa

Pero lo mejor de todo, fue al salir de la cafetería… ¡¡estábamos rodeadas de llamas!! O alpacas… no controlo mucho la diferencia entre ellas, pero qué más da. La emoción era palpable.

 

Ruinas de Ingapirca

Creo que alguien me dijo, o leí en algún blog que si no ibas a Machu Pichu en Perú, una buena y más barata alternativa para ver antiguas ruinas era Ingapirca en Ecuador. Bueno, desde aquí os digo que no.

Fuimos en domingo, el domingo de las elecciones, por lo que no había autobuses directos desde Cuenca (si vas directamente se tarda unas dos horas). Por lo que fuimos a Cañar, y allí cogimos otro que nos dejó en el pueblo y anduvimos hasta las ruinas. En total tardamos más de 3 horas. Y tienes que ir con guía, pero no se paga aparte, creo que la entrada son unos 2$. Y la verdad, es imposible perderse porque hay un sendero, y todo viene explicado en tablas de madera pero oh well.

 

Ingapirca en kichwa significa puerta del inca. Convivían dos comunidades; la cañarí y la inca, adoraban al sol y celebraban las cosechas. Y bueno, es muy interesante, pero es bastante pequeño y no necesitas una caminata de 5 días para llegar, y tampoco te quita el aliento como me imagino que debe ser estar en Machu Pichu.

 

En Cuenca, aprovechamos para relajarnos, beber mucho café y chocolate y disfrutar de la compañía de Felipe y sus amigos. Nos vino bien estar unos días asentadas en un sitio tan bonito…Así se acababa nuestro tiempo en Cuenca, una ciudad absolutamente preciosa, con una clara huella española. Si estáis en Ecuador no os lo podéis perder.

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Podéis ver como fue aquí:

Seguiremos informando!

 

 

Ayampe y Montañita ¿surf y meditación?

Las despedidas son duras, nos fue difícil decir adiós al Donkey Den, pero teníamos que ponernos en marcha si no queríamos llegar de noche al siguiente destino y sin tener ni idea de qué hacer. Íbamos en dirección Montañita, pero nos habían hablado muy bien de Ayampe, que estaba un poco antes, por lo que decidimos pasar allí una noche. Y adivinad qué; se nos hizo tarde y llegamos de noche sin tener ni idea de nada.

Ayampe; el retiro del yoga y la meditación

Nos bajamos del autobús en mitad de la carretera. Eran cerca de las 8 de la tarde pero ya era noche cerrada. Lo único que había era una tiendita y un cartel de madera que decía “Bienvenidos a Ayample, retiro de descanso”, y un camino de tierra sin una sola farola. Nos miramos como diciendo “¿y ahora qué?”, pues nada, cogimos las mochilas y echamos a andar. Al poco nos dimos cuenta que teníamos tres chicos detrás que parecían extranjeros y de nuestra edad. Aliviadas, les preguntamos sobre algún albergue y nos dieron alguna indicación.

Recorrimos Ayampe en cuestión de media hora, preguntando en distintos sitios por habitaciones, algunos no tenían, otros se salían del presupuesto y otros no nos gustaron nada. Por fin, ya un poco desesperadas, nos fijamos que colgaba un cartel de una de las casas que había justo en la playa, parecía un hogar particular, pero el cartel no podía mentir: «HABITACIONES BRISA DEL MAR». Entramos en lo que parecía ser un salón, y una señora salió a atendernos. No les quedaban habitaciones, pero le debimos de dar mucha pena porque nos dijo que tenía una que no estaba del todo lista, pero que tenía un WC, un colchón y una ducha. Entramos en el cuarto, Ana y yo compartimos una mirada cómplice en la que tuvimos toda una conversación.

-¿Qué te parece?

-Bueno… desde luego no es el Palace, pero no nos queda otra…

Mientras tanto, la señora trajo una bombilla y puso sábanas limpias en el colchón que aun tenía el plástico.

-Está bien, nos quedamos.

Le dejamos hacer y fuimos a buscar algo de cenar. Sorpresa, todo cerrado. Al final encontramos un sitio chiquitín y pedimos dos arenas de queso y aguacate. Al cabo de un rato dos chicos se acercaron preguntándonos si podían sentarse con nosotras. Claro, por qué no. Julian, californiano de familia española con un acento que nos dice que es de Burgos y nos lo creemos, y Rufi, un alemán que también hablaba muy bien español. Nos echamos unas risas y seguíamos alucinadas con el acento de Julian, nos invitaron a pasarnos por su albergue en una hora o así, pero nos quedamos dormidas… Somos unas fiesteras…

Por la mañana, buscamos el restaurante Finca Punta que tanto nos habían recomendado. Un camino entre la jungla, escaleras de madera y unas vistas espectaculares, todo acompañado por los 7$ que costaba el desayuno… Adiós y gracias.

Nos acordamos que habíamos comprado un pan de plátano el día anterior y fuimos a la playa a comérnoslo ahí. Luego preguntamos por las clases de yoga y surf, pero resultó que ya habían terminado y no había más hasta la mañana siguiente… No queríamos quedarnos otra noche ahí porque no había mucho más que hacer y ninguna nos queríamos pasar el día tumbadas en la playa. Decidimos dar un paseo por esta y seguir nuestro camino.

Montañita; cuna de la fiesta y del surf

Nos bajamos del autobús media hora más tarde y nos adentramos en las calles de Montañita. Sí, ese es su nombre real. Palabrita. En seguida la gente te acoge, hay muchísimo movimiento de gente, restaurantes, tiendas y bares. Todos quieren que entres a su local, que te tomes una copa o te compres un collar. Nada que ver con su vecino Ayampe. Encontramos un sitio con opciones ve ganas y nos sentamos a comer y a decidir nuestro plan. Lo primordial: encontrar alojamiento. Entramos en distintos sitios preguntando por las habitaciones hasta que al final nos quedamos en uno que nos cobraba 7$ y tenía un pequeño balcón que daba a la calle.

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El resto del día lo pasamos explorando este sitio tan particular y paseando por la playa. Montañita es famosa en todo Ecuador por dos cosas: la fiesta y el surf. En ese orden. A nosotras nos recordó al típico sitio de fiesta para jóvenes tipo Benidorm o Magalluf pero en tropical. Todo está pensado para el turista, y las calles las ocupan una variedad de personas que van desde musculados bronceados pasando por hippies, a chavales que acaban de terminar de estudiar.

Por la noche exploramos la calle de los cocteles; una calle pequeña abarrotada de puestos de cocteles (quién lo diría), con la música a todo volumen y las copas a 2,50. Nada mal. Nos sentamos en uno de los puestos mientras escuchábamos Despacito y El Amante en bucle saboreando nuestro mojito y daiquiri.

Explorando la comunidad de Dos Mangas

Al día siguiente mientras desayunábamos, se nos ocurrió ver qué más había en Montañita aparte de la playa. San Google y San TripAdvisor nos ayudaron a encontrar una ruta a una comunidad; Dos Mangas, una excursión por una selva hasta unas cascadas o unas piscinas naturales. Preguntamos en un par de agencias que no bajaban de los 35$ por persona… Nos parecía demasiado… Nuestro consejo: Id por libre, coged un taxi o una camioneta por 4-5$ y una vez allí, podéis elegir si vais con guía o no (20$), la entrada al parque son 2$. Pensaréis que mejor sin guía y eso que os ahorráis, pero no. Decidimos contratar guía por si acaso y fue una buena decisión. Nunca hubiésemos llegado a las cascadas sin él. Hubiésemos hecho otro recorrido y a saber si no nos hubiésemos perdido…

Ya os digo yo que sí.

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Con la entrada al parque, incluyen unas botas de agua porque parte de la excursión es por el río. Por dentro. Por el agua. El caso es que no les quedaban de nuestra talla y no pensamos que fuese a ser tan necesario, nuestras botas de acero pueden con todo y además; Goretex. Pues resulta que no son impermeables si metes el pie hasta la rodilla… ja, ja.

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Después de mucho caminar, llegamos a la cascada. Nos fijamos en que había una cuerda con nudos para escalarla, pero no somos Lara Croft ni Katniss Everdeen, nos contentamos con posar en la cascada. Nos remojamos hasta quedar como pasas, y comimos la piña que había cogido Bolivar. Estaba tan fresquita y dulce… Hicimos el camino de vuelta ensimismados en nuestros pensamientos, le dimos las gracias a Bolívar y volvimos a Montañita en una furgoneta (otros 4$).

Si estáis en Montañita y no sois de pasar todo el día al sol en la playa, es totalmente recomendable. Bueno y si lo sois también que es muy divertido.Y merece la pena el guía, de verdad. Sale mejor si el grupo es más grande porque van a seguir siendo 20$, pero aunque solo fuésemos dos, estoy contenta de haber ido con un guía nativo.

No han sido nuestros destinos favoritos, pero creo que en parte ha sido nuestra actitud al respecto. Son sitios chulos si tienes en mente hacer eso. Ayampe es un sitio de descanso y yo creo que si hubiese ido con la intención de aprender yoga y técnicas de meditación, lo hubiese disfrutado. Montañita igual, pero si hubiese ido con otra actitud. También el hecho que no me sentía del todo segura saliendo Ana y yo solas de fiesta después de lo que ocurrió con las chicas argentinas. Aun así, no tiene nada que ver con Ayampe excepto en que para los dos sitios tienes que tener pensado lo que vas a hacer.

El vídeo lo podéis ver justo aquí:

Seguiremos contando nuestras aventuras, que todavía nos quedan muchas…

Adiós al Donkey Den; haciendo balance

La cantidad de cosas que pueden pasar en tan solo tres semanas… Todo lo que ha ocurrido en el Donkey Den ha sido completamente inesperado. Ya lo hemos dejado muy a nuestro pesar… con una mezcla de sentimientos; la sensación de dejar atrás algo que no va a volver, pero la emoción de seguir con nuestra aventura. Hemos hecho amigos para toda la vida de los cuales nos ha costado mucho despedirnos, prometiéndonos volvernos a ver, intercambiando números de teléfono y deseándonos con todos nuestros corazones que todo vaya bien. Como nos dijo Marly, una voluntaria colombiana cuando se fue, “buen viento y buena mar”.

Recuerdo cuando llegamos a Manta por primera vez; llovía a mares, estaba todo embarrado y no teníamos ni idea de como llegar a Santa Marianita. Tuvimos que coger un taxi, que nos dejó en la playa, pero una vez allí seguíamos sin saber como llegar al Donkey Den. Nos tomamos una cerveza en una de las cabañas para protegernos de la lluvia e intentar ver si en alguno de los emails especificaba como llegar. Llegamos empapadas, nos abrieron la puerta Alejandra y Marly, las hermanas colombianas. Conocimos a Juan, el gerente, que era mucho más joven de lo que nos esperábamos, y quien nos llevó a nuestra habitación temporal no sin antes decirnos que esta noche, cenábamos con ellos.

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Parece tan lejano… La primera semana teníamos la sensación de que todo iba muy despacio, pero poco a poco fuimos conociendo a los otros voluntarios y a los huéspedes, conocimos sus historias, jugamos a las cartas, nos reímos a carcajadas y de repente, sin apenas darnos cuenta era 12 de febrero y les decíamos adiós. Las despedidas son muy amargas, y te dejan con un sabor extraño en la boca. En parte sabes que seguramente no os volváis a ver, pero albergas cierta esperanza…

Nos lo hemos pasado genial, y se que vamos a echar de menos a los gatos (Fido y Shorty siempre serán mis amores), las perras, los increíbles desayunos de Mayra y lo bonito que se pone todo al atardecer, sobretodo con la lluvia. Por supuesto, ya que la perfección es muy difícil de conseguir, todo tiene un lado malo, y hemos tenido que tratar con clientes nada agradables que nos han puesto en situaciones incómodas para las que solo hemos podido sonreír y asentir… Además, la dueña del sitio tampoco era santo de nuestra devoción, pero por suerte, las cosas buenas han sido muy buenas y han eclipsado a las malas. Nos vamos contentas gracias a Juan y a los demás voluntarios.16463411_10212331863596318_2089582210830503344_o

Sinceramente, es un buen sitio en el que pasar unas semanas como voluntario; es relajado, el trabajo es fácil y hay tiempo libre de sobra. También por la zona se puede disfrutar de la deliciosa comida del Don Willy II, de las pizzas y copas de Ecuablue (regentado por dos canadienses; Greg y Johnny), en incluso hay un descuento para los voluntarios en la escuela de kitesurf, tengo entendido que el profesor es muy bueno. Manta está a unos 20 minutos y solo cuesta 1$. Además es fácil y accesible llegar a otras atracciones (como el bosque de Pacoche).

Ahora nosotras seguimos con nuestro viaje y dentro de poco tendréis la entrada sobre la siguiente parada. De momento, buen viento y buena mar.

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Puerto López y Los Frailes

¡Hola caracola! Ya va siendo hora de contaros cómo nos va. En el Donkey Den trabajamos cinco días a la semana y luego tenemos dos libres, nada nuevo vaya. La semana pasada tuvimos los primeros días libres y no queríamos quedarnos aquí sin hacer nada. Investigamos un poco y decidimos pasar el jueves y viernes en Puerto López y pasar por la playa de Los Frailes que tanto nos habían recomendado porque estaba de camino.

Tuvimos la suerte de estar en el turno de mañana el miércoles, así que cuando terminamos a las 12, metimos un par de cosas en la mochila y cogimos la furgoneta a Manta. Llegamos a la estación de autobuses (o terminal terrestre como la llaman aquí), un señor nos dijo «¿Puerto López? En éste, entren no más». Así que entramos. No se si lo he mencionado antes pero en los autobuses aquí ponen una peli detrás de otra a todo volumen y esto es lo mejor; doblada al mexicano. Creedme, ver a John Travolta hablando español mexicano es cuanto menos, gracioso. Yo conseguí dormirme un ratito, y cuando me desperté, la siguiente película estaba empezando. La imagen de una ola apareció en la tele… «¡¡¡OH DIOS MIO ES GREASE!!!!» Efectivamente. Cantamos todas las canciones con toda la fuerza de nuestros pulmones.

Llegamos a Puerto López sin tener absolutamente nada. Nos habían hablado de un hostal, el Brisa Marina, que ni sabíamos donde estaba. Preguntando y gracias a la aplicación MAPS.ME (no me cansaré de recomendarla), llegamos. Nos atendió, no sé, debía de estar en esa recepción todo el pueblo. Una señora que nos prometió enseñarnos dos habitaciones sin compromiso por 25$ la noche, el señor del comercio de al lado, otro que debía ser el dueño de una agencia de tours, y otros más que ni idea de donde salían. Decidimos quedarnos con la habitación después de regatear un poco (en realidad, lo hizo ella todo. Cuando bajamos nos dijo que nos lo dejaba a 20$ dólares las dos).

Paseamos por la playa mientras veíamos el precioso atardecer pero tanto andar nos abrió el apetito, y aquí viene cuando la matan porque es muy difícil encontrar comida vegetariana en Ecuador. Nos alejamos de la zona de playa porque era más caro y entramos en un restaurante. Todo en la «carta» (preguntar qué sirven en el momento) tenía carne o pescado, pero no hay nada que no se pueda arreglar hablando, por lo que preguntamos si nos podían apañar algo. Un plato enorme de arroz con judías y una ensalada. Total por cabeza: 2$.

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Playa de Puerto López

Snorkel en la isla de Salongo

El día anterior decidimos contratar un tour para hacer snorkel en la isla de Salongo. Había otro a la Isla de la Plata que era más largo, pero también más caro (15$ por persona). No teníamos que estar hasta las 10 de la mañana y nos levantamos sobre las 7 así que tuvimos tiempo de buscar un sitio apetecible para desayunar. Un breve inciso; madrugamos tanto sin querer. Desde que estamos aquí nos levantamos muy temprano sin siquiera intentarlo.No se si es por la luz, el calor o qué, pero es imposible remolonear…

Salimos a la calle después de dar los buenos días a toda la retahíla de personas que había en la recepción, y paseando por el malecón encontramos una cafetería francesa. Nos paramos a mirar, y un señor sentado fuera nos dijo en francés que ahí se comía muy bien, le respondimos que nos parecía un poco caro. Pareció pensarse la respuesta, pero finalmente dijo algo así como «si queréis, os lo dejo en 5 las dos». Nos pareció bien, porque era la mitad del principio inicial. Total, que nos sentamos, y el señor se nos acerca y nos da un billete de 5$. Nuestra cara fue un cuadro porque no entendíamos por qué nos daba dinero. Vino la camarera y le preguntamos si era el dueño del local. No lo era, era un cliente que iba ahí a desayunar a diario. Le miramos de manera interrogante y nos dijo que si nos daba él los 5$, solo tendríamos que pagar otros 5. En ese punto no nos atrevíamos a declinar su invitación, billete en mano y caras de idiota pedimos nuestro desayuno. Café, zumo de mango y maracuyá, y crepes de chocolate con fresas. No nos quedaba otra que disfrutarlo.

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No pinta nada mal ¿no?

Después de otro paseíllo por la playa, fuimos a la «oficina» del tour (era una cabaña de madera y paja), muy emocionadas por esta pequeña aventura..

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Al llegar a la isla, amarraron el barco a una boya y pudimos nadar, hacer snorkel por la zona y hasta dar una vuelta en un pequeño kayak. La verdad es que contábamos con que alguien del grupo tuviese una GoPro y hacernos sus amigas para que nos pasase las fotos, pero NADIE tenía una, nadie. Fue un poco decepcionante porque había muchísimos peces, eran chiquititos y de colores muy brillantes, nadando por los corales. Había unos enanos, otros más grandes, unos que se acercaban a nosotros… A mi me encantó, y si por mi fuese, hubiese pasado en el agua mucho más tiempo.

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Después de pasar más de una hora buceando entre pececillos, nos acercamos a la playa de la isla para ver a los pelícanos. Pero nos quedamos bastante lejos, así que tuvimos que ir nadando en un mar de olas y corrientes enormes. Después de agotarnos, nos dieron pan de plátano, agua y coca cola, y volvimos a Puerto López.

Hambrientas, buscamos un sitio donde comer, y para nuestra sorpresa encontramos un local en la playa que servía comida vegetariana (Cafe Mar para los interesados). No nos lo pensamos dos veces. Tomamos el almuerzo que consistió en una sopa de verduras y un plato de arroz de coco con verduras acompañados por una limonada natural. El almuerzo son 3$, así que no está mal. Comer de carta es algo más caro (unos 5-6$ por plato).

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Almuerzo en Cafe Mar por 3$

El resto del día lo pasamos paseando por el pueblo y la playa, con algún jugo de frutas y la cena, que volvimos a cenar a Cafe Mar y probamos el ceviche y la hamburguesa vegana,y dos empanadas de verduras y queso.

Los Frailes 

Ese día decidimos coger el autobús de vuelta a Manta, pero no sin antes parar en la playa de los Frailes. Cogimos un mototaxi (un tuktuk) a la estación de autobuses y de ahí un autobús por 1$ a Los Frailes, que está de camino y a unos 20 minutos de Puerto López. Nosotras pensábamos que sería una playa bonita y ya, pero resulta que está en el Parque Nacional de Machalilla. 

Al entrar, te dan la opción de coger el camino largo o el corto para llegar a la playa. El corto son unos 40 minutos, por una carretera de piedras y el largo, que se tarda unas dos horas y vas por unos miradores y otras playas. Decidimos coger ese, porque era temprano y teníamos tiempo. Yo recomiendo ir por ese y volver por el corto, porque tardamos apenas una hora y pico y fuimos parando, o sea que no es muy largo.

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En uno de los miradores

En un punto llegamos a la Playa de la Tortuguita. Y ahí no sabíamos muy bien qué hacer. La playa era preciosa, no había nadie más y el sol picaba con fuerza. No sabíamos por donde seguía el camino… Nos sentamos un rato y exploramos un poco para ver las posibles opciones. Lo volvimos a encontrar, pero bueno, si os encontráis en esa situación que sepáis que hay que atravesar la playa entera.

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Llegamos a Los Frailes, una playa recogida en una bahía y en menos de dos minutos ya estábamos en el agua. Qué gozada…

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Lo incómodo fue volver, llenas de arena, las duchas no funcionaban y el agua que vendían para ese propósito se les había acabado. Así que mejoras, arenosas y quemadas hicimos el recorrido de vuelta.

Esperamos al siguiente autobús a Manta, que iba a todo trapo, con la puerta y ventanas abiertas y seguramente mucho más rápido de lo permitido. Lo bueno fue que llegamos en apenas dos horas cuando a la ida tardamos casi tres.

Y así se terminaron nuestros días libres. Volvimos al Donkey Den como dos cangrejos, pero felices como perdices de haber salido de Santa Marianita. Nos queda una semana aquí, así que iremos contando nuestros planes y lo que nos va pasando ¡Seguidme en Instagram para no perderos nada! Aquí os dejamos el vídeo:

¡Hasta la próxima! ❤

Donkey Den ¿pero dónde estás?

Hoy oficialmente llevamos diez días en Ecuador, y una semana entera en el Donkey Den en Santa Marianita. Os cuento un poco como va; Santa Marianita es un sitio de playa en el que no hay mucho más que otros chiringuitos, algún que otro hotelillo y el pueblo, que está algo más lejos. Eso sí, estamos a pie de playa y se ve y se escucha el mar las 24 horas del día, eso es algo que es difícil mejorar. A primera vista es muy chulo, visualmente es muy atractivo; hay muchas plantas, colores pastel, pinturas de tortugas en la pared, luces, conchas colgando y muchas cosas más. El detalle visual se cuida al máximo.

El sitio es una guesthouse/hotel con servicio de desayuno. Nosotros tenemos el desayuno incluido y podemos elegir entre tortitas de plátano y moras, crepes con mermelada, tortilla de verduras, revuelto de huevos con patatas fritas, tostadas francesas, frutas, etc. La verdad es que los desayunos son famosos en la zona y viene mucha gente que no se hospeda aquí a probarlos. Los huéspedes son en general, expatriados jubilados de Estados Unidos que quieren relajarse. La dueña misma, es una expatriada también. Parte de lo que tenemos que hacer es hablar con ellos y hacerles la vida más fácil.

La dueña colabora con una protectora, y cuando esta llena traen aquí a los animalitos. Ahora mismo hay unos 20 gatos y cinco perras y son todos muy mimosos. Las habitaciones en lugar de números, tienen nombres de los animales que viven aquí. Nosotras dormimos en Fido, que es mi gato preferido (es muy mayor, le faltan dientes y los de delante los tiene demasiado largos así que su lengua siempre está fuera). Las habitaciones grandes, que son como suites, se llaman Bailey y Barney que son las dos perras mayores.

Cuando llegamos éramos 11 voluntarios, ahora somos 8, y el trabajo se divide de la siguiente forma: hay tres turnos; el de por la mañana (7-12), el del mediodía (12-5) y el de la noche (5-10). Por la mañana nos encargamos de los desayunos principalmente. Viene Mayra, y ella lo cocina todo. De los dos voluntarios, uno se queda en la cocina ayudando a Mayra y fregando platos, y el otro atiende a los clientes y vigila que haya siempre café. Hay que pasear a las perras y dejarlo todo limpio. El siguiente turno se encarga de limpiar lo que no ha dado tiempo antes de las 12, dar de comer a los gatos, limpiar alguna habitación si lo han pedido los huéspedes o dejar alguna habitación preparada si vienen nuevos huéspedes. Por la noche, generalmente hay que hacer la cena, cada noche le toca a alguien distinto. Se vuelven a pasear las perras, se las desparasita, se deja todo limpio y se hace inventario. A mi me toco hacer la cena el lunes y opté por lo más español que se me ocurrió; un gazpacho bien frío y tortilla de patatas, por supuesto. Ana en cambio se aventuró con unos hojaldres.

El trabajo es fácil y a no ser que te toque sábado o domingo en el de la mañana, es libre de estrés. Los findes viene más gente y es un poco agobiante porque la cocina funciona todo lo rápido que puede, pero en seguida se acumulan las cosas. Por suerte, los clientes son conscientes de la situación y no suelen tener prisa para comer.

Ahora mismo, además de Ana y yo, estamos Marlyn, Alejandra y Óscar (Colombia), Leanne y Sophie, Allison y Stephen (Reino Unido) y Kara (EEUU). Hay muy buen ambiente entre todos, lo cual se agradece, sobretodo porque no hay mucho que hacer por aquí… Los juegos de cartas dan para mucho. Durante el día normalmente hace muchísimo calor y no se puede estar bajo el sol sin morir lentamente, y el mar es bravo y con fuertes corrientes, así que tenemos que resistir la tentación del precioso azul porque es peligroso. Al lado hay un hotel con piscina que si no hay demasiada gente se está bien.

Si queremos ir a Manta (la ciudad más grande de la zona) a hacer la compra, tenemos que subir a la carretera y ahí esperar a unas furgonetas blancas. Hay que subirse a la parte de atrás, y ahí se apiñan las personas que quepan. En 20 minutos y 1$ se llega al mercado central de Manta. La vuelta es igual, salen del mercado central y paran en el cruce con la playa, aunque si no hay mucha gente, puede que vayan hasta el Donkey Den.

Cada cinco días de trabajo, se tienen dos libres. Ana y yo los tuvimos el jueves y viernes y decidimos salir para ver otros sitios que nos habían recomendado, pero para eso tendréis que esperar un poco. Un pequeño adelanto: incluye peces de colores.

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Playa de Santa Marianita (Foto: Ana Delgado)

Aquí podéis haceros una idea de lo que hacemos:

¡Hasta la próxima!

 

 

 

 

 

48 horas en Guayaquil; primeras impresiones

Me gusta escribir en general, y me gusta escribir en el blog, pero cuando estás a pie de playa, con la suave brisa marina, bajo una techada de madera y paja, rodeada de gatos y perretes que solo quieren mimos, es todo mucho más apetecible. Y así estoy ahora en Santa Marianita. Pero ya os hablaré de esto, de momento os voy a relatar como han sido los primeros días en Ecuador y las primeras impresiones. Aquí va una pequeña lista:

  1. En Guayaquil hace muchísimo calor, pero sobretodo humedad. Lo notamos nada más salir del aeropuerto; fue una auténtica bofetada en la cara. Tuvimos que volver a entrar para soportarlo mejor. El calor se te mete en el cuerpo, estás pegajoso todo el día y no hay manera de refrescarse.

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    Una calle de Guayaquil

  2. En general, los ecuatorianos son muy buena gente. Antes de llegar nos habían dicho de todo: no cojáis taxis en la calle, no os fiéis de nadie, no habléis con la gente, no tengáis cara de dudar por la calle porque os timan. Nada más lejos de la realidad. Es cierto que al tener tanta pinta de extranjeras es posible que los taxis te intenten sacar un par de dólares más, y en los mercados te agobian un poco con «¿a la orden?», pero en general, la sensación que nos ha dado es amabilidad genuina.
  3. Los taxis no tienen parquímetros, hay que pactar el precio antes de entrar. A mi esto me daba algo de miedo porque mis habilidades de regatear son pésimas, pero no ha sido tan difícil. Ayuda mucho el saber con antelación cuanto te deberían cobrar por el trayecto, por lo que cuando coges el taxi le dices «¿para ir al Malecón cuanto cobra?» poe ejemplo, y él te dirá «5 dólares», pero tú sabes que no tienen que ser más de 4, así que se lo dices, y entonces capitulan. Si no rebajan el precio, coges otro que sí lo haga.
  4. Si conoces a alguien de allí que os ayude, mucho mejor. A nosotras el tener a Kevin, un amigo de una amiga de Ana nos vino genial. Guayaquil es un auténtico caos, pero de alguna forma funciona, y Kevin nos ayudó a movernos, a saber qué ver y a pagar los taxis sin que nos timen.

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    Ana, Kevin y yo en el Parque de las Iguanas

  5. Se toman su tiempo, ármate de paciencia. En los restaurantes tardan en servirte, y no suelen poner los platos a la vez, si no que van de uno en uno (esta ha sido nuestra experiencia de momento, no generalizo). Si el autobús sale a las 12:50, saldrá por lo menos diez minutos más tarde si no más, porque a veces esperan a que se llene entero antes de salir. A los trayectos en autobús, añádele una o dos horas más. No hay prisa para nada. Ah, y ya mismo no significa ya mismo, si no entre la próxima media hora y el infinito (gracias Maria por esta información).
  6. El arroz es la base de todo. La mayoría de platos se sirven con arroz. El plátano también es uno de los ingredientes estrella. Cocinan de todo y hay tres tipos. El verde, el maduro y el guineo (este último es el que conocemos en España). Hacen desde chips a tortillas a dulces y más. Hay muchísimos platos de pescado, desde ceviche a estofados. No pienso probar ni uno (aunque si me da un poco de pena, pero mis principios son mis principios).

De momento eso es todo, que no es poco. Estos dos días en Guayaquil han sido cuanto menos, interesantes. Llegamos a las 6 de la mañana hora ecuatoriana y nos costó bastante habituarnos. Comimos a las 10 de la mañana y estábamos agotadas dos horas más tarde, pero conseguimos que la siesta solo durase una hora para poder dormir por la noche. Aun así nos dio tiempo a ver bastantes cosas; pasear por el Malecón, subir por Las Peñas, ir al Parque de las Iguanas, pasear por la Víctor, ver el Parque Forestal y mucho más.

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En la próxima entrada os contare cómo ha sido la primera semana en la guesthouse Donkey Den, el trabajo que hacemos y cómo es este pequeño paraíso. Aunque si me seguís en Instagram podéis ver mis stories que eso lo actualizo a diario.

De momento podéis ver el vídeo de como fueron estos dos días:

¡Hasta luego!

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Guayaquil de noche desde Las Peñas